
Construye buenas relaciones en el trabajo
Se dice que el lugar de trabajo es el ámbito en el que la gente entabla más relaciones de amistad. Bien pensado, no es de extrañar. Después de todo, ¡muchos de nosotros pasamos ahí cuarenta horas a la semana!
Para el cristiano, el lugar de trabajo no sólo nos ofrece la oportunidad de hacer amistades, sino que muy probablemente es el lugar dónde más contacto tenemos con gente no creyente. Por esta razón, hemos de buscar la manera de tener una buena relación con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros empleados y con nuestros jefes.
No obstante, antes de empezar, es bueno que recordemos la forma en que Dios ve a estas personas. ¡Es tan fácil ver a la gente solo a través de la función que desempeñan! Pero estamos hablando de personas a las que Dios ama y por las que se entregó hasta la muerte; personas con sus necesidades, con sus frustraciones, con sus alegrías y con sus derrotas. Si aprendiéramos a ver a las personas de nuestro trabajo con los ojos de Dios, no solo cambiaría nuestra actitud y nuestra forma de tratarles, ¡sino que incluso podríamos cambiar de forma radical el ambiente de toda la oficina!
Entonces, ¿cómo construir relaciones que reflejen el amor de Cristo y su evangelio?
Con nuestros compañeros
Normalmente es con los que estaamos más cerca y con los que tenemos más amistad. Eso nos dará buenas oportunidades de servirles y de compartir el evangelio.
Mark Greene, en su libro Por fin es lunes, ilustra esta idea contando la historia de una mujer llamada Emily. Un día Emily se dio cuenta de que una de sus compañeras no se encontraba demasiado bien. En vez de pasarlo por alto, como muchos habían hecho, le preguntó si quería una taza de té. De forma enérgica, su compañera le dijo que no le gustaba el té que había en la oficina y que sólo bebía manzanilla. Fijaos en lo que Emily hizo a continuación. Silenciosamente, cogió el abrigo, salió de la oficina, y fue hasta la tienda más cercana para comprar manzanilla. Ya en la oficina, se acercó a su compañera para darle la manzanilla. Ella la miró sorprendida, y luego la abrazó y le susurró al oído: “¡Gracias por preocuparte, Emily!”. Con ese detalle, Emily pudo mostrar a su compañera el amor de Cristo, ese amor que pone a los demás en primer lugar, ese amor que no espera nada a cambio.
Ese es el espíritu con el que debemos vivir: siempre dispuestos a servir y a sacrificarnos, tal como hizo nuestro Salvador. Y hay muchas formas en las que podemos hacer esto. Todo lo que tenemos que hacer es prestar atención a las necesidades de nuestros compañeros y ver si nosotros podemos cubrir alguna de ellas. Y no hace falta pensar en grandes acciones. A veces, unas palabras de gratitud reconociendo el trabajo realizado; unas palabras de consuelo y un café para escuchar a alguien que no lo está pasando bien; una disposición a perdonar y a restablecer la relación cuando alguien se ha portado mal con nosotros.
Lo más importante es que a través de la relación con nuestros compañeros nos comportemos de una forma que glorifique a Cristo y les tratemos como Él les trataría. No hay duda de que muchas veces eso puede ser muy difícil, pero el Señor es fiel y nos dará las fuerzas que necesitemos para servir a los demás.
Con nuestros empleados
Al principio no es fácil tener gente que trabaja para ti. Quizá estás en un puesto de trabajo en el que tienes que supervisar a personas más mayores o con más experiencia que tú. No obstante, es una gran responsabilidad y oportunidad para mostrar el carácter del cristiano. La clave está en tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros, y poner en práctica un liderazgo marcado por el servicio. En nuestra sociedad es difícil encontrar actitudes como la humildad, el sacrificio, el servicio, la obediencia. Pero éstas son características del Reino de Dios. Si queremos que la gente de nuestro trabajo vea a Cristo, hemos de relacionarnos con todos siguiendo el ejemplo de Jesús.
Con nuestro jefe
En cuanto al tema de la relación entre jefe y empleados, la Biblia es bien clara: como cristianos tenemos que respetar y someternos a la autoridad que Dios ha puesto por encima de nosotros. Efesios 6:5-8 nos dice que hemos de obedecer a nuestros jefes igual que servimos a Cristo. No hemos de obedecerles para buscar su favor ni para promocionarnos, sino simplemente porque la obediencia al obedecer a nuestro jefe, en última instancia, estamos obedeciendo a Cristo, que es la verdadera autoridad.
Hemos de ser obedientes aún cuando nuestro jefe nos trate injustamente. De hecho, como Pedro nos dice en 1ª Pedro 2:18-25, ni siquiera deberíamos sorprendernos cuando sufrimos, pues somos seguidores de aquel que también sufrió.
Esta enseñanza es muy radical, especialmente en el siglo XXI donde tanto se defienden los derechos personales. Pero si queremos ser seguidores de Cristo, no podemos ignorar el mandamiento que nos insta a obedecer a aquellos que están por encima de nosotros.
Esto significa que hemos de hacer sin rechistar lo que nuestro jefe nos pida, siempre que no vaya en contra de la ley de Dios. También significa que no nos uniremos a nuestros compañeros cuando se quejen del jefe y que les trataremos con el merecido respeto.
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