El arte y la ciencia de la persuasión cristiana (2)

Greg Pritchard

La apologética es la ciencia y el arte de la persuasión cristiana

La palabra «ciencia» en su sentido clásico significa aprendizaje, pericia o cúmulo de conocimientos. Para ser un apologista cristiano, uno necesita tener ansia por aprender para poder ser más efectivo a la hora de comunicar el Evangelio.

 

Vemos una mina de aprendizaje y comprensión en el mayor de los evangelistas de Jesús, el apóstol Pablo. Dios escogió al brillante y ferviente Saulo, educado por Gamaliel, para ser un «instrumento escogido (..), para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel «. (Hechos 9:15). Pablo explicaba el evangelio a los judíos haciendo referencia a las profecías del antiguo testamento para demostrar que Jesús era el Cristo; sin embargo, Pablo explicaba el evangelio a los griegos usando sus categorías culturales y su literatura.

 

Vemos un ejemplo asombroso de comunicación persuasiva del evangelio por parte de Pablo cuando presenta el evangelio a los líderes romanos en Cesarea. El procurador romano Festo interrumpe el discurso de Pablo para decir: «las muchas letras te han vuelto loco». Hasta el carcelero de Pablo reconoció que Pablo era brillante y tenía una profundidad y amplitud de conocimientos notable. Pablo respondió a Festo que lo que él decía eran «palabras de verdad y cordura» y explicó que él estaba presentando su mensaje con valentía porque rey Agripa estaba entre la audiencia «y ninguna de estas cosas han escapado de su aviso, porque esto no se ha hecho en un rincón». Agripa reconoció que Pablo estaba tratando de convencerlo de que el evangelio era verdad y le dijo a Pablo: “Por poco me persuades a ser cristiano”. Pablo respondió, «Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas». Pablo estaba intentando comunicar persuasivamente el evangelio y utilizó sus amplios conocimientos para hacerlo (Hechos 26:24-29).

 

En nuestro último artículo hablamos de la vida y el impacto de William Wilberforce. Durante el tiempo que pasó en Cambridge antes de su conversión, Wilberforce no era precisamente un estudiante disciplinado. Sin embargo, después del «gran cambio» de su conversión, Wilberforce pasó una parte de cada año estudiando para ser más fiel y efectivo como político de Dios. Leyó historia, literatura, economía y filosofía con este fin. Cuando surgían grandes controversias relacionadas con el comercio de esclavos, Wilberforce se rodeaba de materiales de lectura necesarios durante semanas y meses. Era famoso por hablar en el Parlamento durante más de tres horas inspirándose en su estudio intensivo.

 

Es este compromiso para aprender lo que a menudo ayuda a un creyente a responder preguntas de un no creyente. Cuando pienso en mis primeros pasos como creyente en el campus de una universidad laica, veo que a menudo se basaban en una dinámica espiritual de:

 

un afán de crecer como discípulo de Jesús y de compartir mi fe con los demás

 

enfrentarme a preguntas de los no creyentes para las que no tenía una respuesta inmediata,

 

lo que condujo a un ferviente deseo de crecer, entender y aprender

 

lo que condujo a más interacciones con las personas que estaba tratando de llevar a Cristo

 

lo que trajo a más personas a la fe.

 

Esta dinámica ha resultado ser positiva tanto para mí como para aquellos a los que he podido ayudar. Pero hay muchos que se sienten amenazados por este proceso. Hay un gran peligro de que haya evangélicos que avergüencen a otros creyentes por tener «fe» sin alentarles a crecer en su fe respondiendo a sus preguntas para poder ayudarles.

 

Si no sabemos lo que creemos y por qué lo creemos, nuestra fe se vuelve frágil y quebradiza. En un ambiente tan cerrado y temeroso intelectualmente, muchos cristianos tienen miedo incluso de preguntar. Tenemos que escuchar la sabiduría en el principio rector de la comunidad L’Abri: «las preguntas honestas merecen respuestas honestas». Tenemos que estar dispuestos a ayudar a la gente a lidiar con sus preguntas. Las preguntas honestas pueden ser positivas siempre que haya mentores sabios para guiar a las personas en el camino de la verdad. Dudar significa tener dos posibles opiniones, a sentir el peso tanto de un argumento a favor como de uno en contra con respecto a una propuesta concreta. Tenemos que ayudar a los creyentes a desenredar sus preguntas y enfrentarse a ellas. La duda puede ser cancerosa, pero no tiene que serlo. La duda puede ser tratada y curada, y fe puede ser fortalecida.

 

En un momento crucial después de su conversión, Wilberforce buscó el consejo de John Newton en cuanto a si debía retirarse del mundo político debido a su fe. Newton actuó como un mentor apologético escuchando el dilema de Wilberforce, respondiendo a sus preguntas acerca del impacto de su fe en su vida y animándolo a seguir una vocación en la política como un fiel creyente.

 

Lamentablemente, mucha gente no ha tenido sabios mentores apologéticos para ayudarles. Se han tropezado con dirigentes que los han condenado simplemente por expresar preguntas honestas verbalmente. George MacDonald escribió sabiamente: «a menudo es la incapacidad de defender la fe que aman lo que hace que los hombres se conviertan en perseguidores». He conocido a muchos que han sido arrastrados intelectualmente cuando no han tenido un amigo o mentor para ayudarles a hacer frente al desafío que se les presentaba. Estas personas se volvieron amargadas y enfadadas. Satanás gana al cegar sus ojos a la verdad. Para ayudar a los demás que tenemos que entender la palabra y en el mundo. Compartir una visión o ayudar a alguien a comprender la presuposición de su pregunta es una parte importante de cómo les amamos. Necesitamos saber dónde está cada persona, con qué preguntas intelectuales están luchando y cómo ayudarles. Para poder hacer todo esto hace falta mucho conocimiento, perspicacia, sabiduría y amor.

 

No deberíamos creer que todos los apologistas están cortados por el mismo patrón, o que solamente hay un ministerio de apologética. Hay muchos tipos diferentes de los apologistas, y cada uno necesita un tipo diferente de conocimiento.

 

Algunos apologistas tienen el don de trabajar a nivel individual con las personas de una iglesia local que tienen preguntas acerca de su fe.

Algunos apologistas son grandes evangelistas y les encanta responder a preguntas de personas no creyentes y desafiarles con las afirmaciones de Cristo.

Algunos apologistas son oradores a los que les encanta hablar en público y captar la atención de personas antagónicas al evangelio.

Algunos apologistas tienen el don de debatir públicamente con otros acerca de la verdad.

Algunos apologistas no tienen ningún talento como oradores, pero tienen un ministerio apologético de escritura.

En diferentes niveles, todos los apologistas se beneficiarán de una comprensión más profunda de la historia de la teología, de la teología bíblica y sistemática y de la filosofía, que son algunas de las disciplinas académicas principales de la apologética. Para hacer una apologética eficaz también hace falta cierto conocimiento de la cultura a la que uno se está enfrentando y de muchas otras áreas, tanto de ciencias como de humanidades. Todo este contenido de aprendizaje se aplica a la hora de mostrar y explicar por qué el cristianismo es verdadero y razonable.

 

Sin embargo, tengan en cuenta que no estoy sugiriendo que simplemente repitan viejos argumentos apologéticos. Parece que algunos apologistas sostienen que la apologética es meramente un resumen de varios argumentos históricos y filosóficos. No es cierto.

 

Prácticamente cualquier aspecto de la vida humana puede transformarse en un argumento de por qué el cristianismo es verdadero y razonable. Podemos utilizar un evento, una situación o una realidad y tomarlos como punto de partida para mostrar el poder explicativo de la cosmovisión cristiana. Por poner sólo un ejemplo de nuestra historia reciente: los atentados del 11 de septiembre en EEUU.

 

¿Por qué atacaron los terroristas? ¿Por qué los bomberos subieron decenas de pisos corriendo por las escaleras para encontrarse con la muerte, en sus esfuerzos por salvar a otros? ¿Por qué lloramos la pérdida de vidas inocentes? ¿Por qué hay tanta maldad? ¿Por qué se odian tanto los seres humanos? ¿Por qué sentimos tanto dolor? ¿Por qué necesitamos sentir esperanza? ¿Por qué nos atraen los líderes fuertes en esos momentos?

 

Cada una de estas preguntas puede ser respondida por un apologista cristiano como otra prueba del valor y la maravilla de los seres humanos, la pecaminosidad retorcida de los seres humanos, el poder del sacrificio, el quebrantamiento del mundo caído en el que vivimos y el hecho de que todos buscamos esperanza y un significado. Se puede llegar a hablar con facilidad de la relevancia y la veracidad del evangelio partiendo de cualquier tema importante. En otras palabras, podemos entender mejor la realidad del mundo que vivimos desde el prisma de la cosmovisión cristiana. La cosmovisión cristiana tiene un enorme poder explicativo. El cristianismo encaja con el mundo y es verdadero y razonable. Pero hace falta disciplina, estudio y esfuerzo para articular el evangelio de una manera que responda a las preguntas de la audiencia.

 

Piensa en los habitantes de Berea a los que Pablo explicó el evangelio: «Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hechos 17:11). Lucharon con lo que Pablo tenía que decir y estudiaron la Biblia para ver si Pablo tenía razón. Tuvieron que aprender (antes de que llegaran a la fe) y Pablo tenía que saber lo suficiente como para poder enseñarles.

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