El marco bíblico del matrimonio

Francisco Mira

El papel de las esposas: sujeción

Los versículos 22, 23 y 24, nos señalan el orden y el papel de las casadas, estamos hablando del matrimonio y es importante que circunscribamos esta enseñanza a dicho contexto, se nos dice:

 

«Esposas, someteos a vuestro esposo como al Señor.

 

Porque el esposo es la cabeza de la mujer, así como Cristo es también la cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las esposas deben estarlo a sus esposos en todo». Creo que aquí hay tres ideas principales, la primera es el principio básico que nos revela el orden, el lugar de la mujer en el matrimonio.

1El principio es el de la sujeción.

 

Es interesante que en el original, donde aquí dice en el versículo 22, las casadas estén sujetas, el estén sujetas no aparece, pero es porque está encadenado al v.21: «Y someteos unos a otros en el temor de Cristo, las casadas a sus propios maridos», es decir, se infiere de una manera natural y directa. El apóstol Pablo no entra aquí en multitud de explicaciones y aplicaciones de lo que significa este principio general, pero deja el principio muy claro. Estén sujetas a sus propios maridos como al Señor.

 

Este principio establece una pauta de relación especial y particular para la esposa, una diferencia de orden en relación al marido. De la misma manera que antes se nos ha instado por igual a someternos unos a otros, dándose ese sometimiento mutuo, en el marco más amplio de sometimiento al Señor, es decir, la diferencia se establecía entre el Señor y todos nosotros. Aquí es la mujer la que asume este orden, este papel, con respecto al marido; partiendo de una igualdad esencial. La mujer al igual que el varón fue creada a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto no es inferior a este, en absoluto, es igual en esencia, también la revelación nos muestra diferencias que no son contradictorias sino complementarias y esta es una de ellas; la mujer es diferente, debe aceptar y regocijarse en la posición designada por Dios para ella en el matrimonio.

 

Tener claros y asumir estos principios que estamos considerando conducirán a los esposos a no competir entre ellos. La esposa entenderá que asumiendo este papel esta contribuyendo de forma significativa a completar a su esposo como ayuda idónea que es, no hay mayor, ni mejor motivación que la que se nos menciona aquí:

 

«así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las esposas deben estarlo a sus maridos en todo». las casadas al someterse al Señor lo hacen también gozosamente respecto a sus maridos como la iglesia se sujeta a Cristo.

 

¿Qué quiere decir someterse, sujetarse?, quizá lo entenderemos mejor explicando lo que no es, porque posiblemente un verbo como este causa cierta reacción en una sociedad como la nuestra, que parece que es reacia a todo lo que suponga orden o diferencias de género. No significa que la esposa es esclava, no significa tampoco que es inferior, no significa que ha de ser pasiva y dependiente de una manera enfermiza, no significa una sujeción ilimitada y menos ciega. No es nada de eso, la sujeción en sentido positivo implica respeto, comprensión de las diferencias, es voluntaria, nadie impone ni exige la sujeción a nadie, será la esposa cristiana la que descubra cuál es su papel a la luz de la Escritura en el matrimonio, la que asume dicho papel, el orden que Dios señala, no es porque su marido se lo exija, es Dios quien diseña, es Dios quien ordena y voluntaria la convicción con la que ella lo asume, evidentemente es muy difícil amar al Señor y no guardar sus mandamientos. Esta es la voluntad de Dios para las esposas.

 

He mencionado que no es una sujeción ilimitada, el texto dice «como al Señor», cuando el marido pide o se relaciona con su esposa de una manera indebida a la luz de la Palabra de Dios, se está interponiendo entre su esposa y el Señor, ahí es donde surgen los límites, Martyn Lloyd-Jones menciona algunos casos que arrojan luz sobre esta cuestión de los límites:

 

1. Cuando el marido pretende forzar la conciencia de su esposa.

 

2. Cuando la insta a pecar.

 

3. Cuando el marido sufre algún tipo de enfermedad o trastorno que objetivamente le desequilibra.

 

4. Si la conducta del marido afecta de forma objetiva y en un sentido negativo a su relación con Dios no debe sujetarse.

 

5. Cuando el marido comete adulterio, este acto rompe la relación matrimonial, la esposa no está obligada a sujetarse, ahora están separados, el adulterio rompe la unidad, la relación.

 

Ahora bien el énfasis de este principio está en que la esposa debe sujetarse hasta los límites a su esposo. Lo hace por amor a Cristo. Esa es su responsabilidad esencial en el matrimonio. Siendo realistas sujetarse hasta los límites, implicará para ella sufrimiento, decepciones, sacrificio. Pero todo eso tiene sentido, lo asume como parte de su relación con Dios, como parte de su amor a su esposo y con el firme deseo de ser ayuda idónea para él, y sabiendo que al asumir su papel en el matrimonio contribuye a esa unidad única y misteriosa del matrimonio cristiano.

2El orden de la Creación

 

En los dos versículos restantes, después de esta exposición el apóstol nos da dos argumentos de mucho peso. Dios no nos quiere dejar con la sensación de que debemos obedecer a ciegas, Dios argumenta y nos enseña en primer lugar, que el marido es cabeza de la mujer, ¿y a qué hace referencia esta afirmación?, se refiere nada más y nada menos que al orden de la creación, ¿quién fue primero?, Adán, si leemos con sumo cuidado Génesis 1 y Génesis 2, no queda lugar a dudas, Adán fue el primero; el término cabeza significa fuente, origen, e implica también un nivel de orden, de autoridad, de dirección. Dicho proceso expresa un orden, un principio que el apóstol nos señala. «Eva se la denomina varona porque del varón fue tomada», la mujer parte del hombre y es difícil entender a la mujer sin el hombre. Este principio de orden, es importante reconocerlo, como decíamos, la esposa comparte la igualdad delante de Dios, la imagen de Dios, su dignidad, pero no es completamente igual, la mujer es distinta del hombre, Dios la creó así, esencialmente igual, pero no completamente idéntica, y como consecuencia le corresponde un papel o propósito distinto: complementar y ser la ayuda idónea para el varón. De ahí que el principio de sujeción tiene coherencia.

3El orden de la Redención

 

El segundo argumento, tiene que ver con el orden de la redención, dice: « porque el esposo es cabeza de la mujer, así como Cristo es también la cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo»

 

Este segundo argumento señala que la esposa debe sujetarse al marido porque ella se identifica con el cuerpo, con la iglesia y el hombre con la cabeza como Cristo en su relación con la iglesia; es decir, es también un argumento de peso, es una relación orgánica, uno es cabeza, otro es cuerpo. Martyn Lloyd-Jones dice:» la esposa no puede actuar antes que el marido, tampoco puede actuar independientemente de la cabeza».

 

Estamos considerando a la esposa, luego consideraremos el caso del esposo, si la esposa no puede actuar independientemente porque es cuerpo. Veremos que el marido tampoco, pero el orden en su caso es distinto y el principio también.

 

Continúa diciendo Martyn Lloyd-Jones:«La acción deberá ser coordinada, cabeza y cuerpo de una forma armónicas , esa es la esencia del matrimonio una relación de amor y compañerismo para toda la vida, eso es un gran testimonio para los de fuera. Cuando la esposa ocupa su lugar, su papel, el orden que le corresponde en el matrimonio, eso es todo un testimonio para los de afuera, eso es lo que nos dice 1a Pedro 3:1.De esta afirmación podemos sacar algunas aplicaciones prácticas, además de las que hemos considerado.

 

No se trata esta cuestión desde la perspectiva de la capacidad mayor de uno u otro esposo, se trata del orden de Dios para el matrimonio. Si una mujer ve, que no va a poder sujetarse, someterse a este candidato a ser esposo suyo, pues mejor no casarse con este; una vez casados, hemos de asumir todas las consecuencias de nuestras decisiones, de ahí que es importante entender este orden antes de tomar ninguna decisión».

 

Este es el orden bíblico conforme al cual la relación podrá funcionar de una forma saludable, no perfecta, porque la perfección en el presente no existe, pero sí que vamos a estar bien situados, sí que vamos a estar bien orientados. Todo ello a pesar de las deficiencias del marido, si fuésemos perfectos no habría ningún problema, pero no somos perfectos todavía, estamos camino de la perfección, estamos siendo santificados todos, también los maridos. Pero este principio de sujeción, este orden de creación y redención no quedan anulados porque el otro no cumpla su parte.

El papel de los maridos: amor

Al igual que en el caso de la mujer el principio es Maridos, amad a vuestra esposa. Que interesante que la responsabilidad primaria del marido en el matrimonio es amar. Algunos pueden pensar que este principio es muy general, vago, muy desigual respecto a lo que se requiere de la esposa. Cuando consideremos las implicaciones del amor que el esposo está llamado a demostrar a su esposa, entonces nos daremos cuenta de la sabiduría y realismo del Señor al ordenar el matrimonio de esta manera. Como consideramos en el apartado anterior el marido no puede ser un dictador en la familia. Ser cabeza no implica eso, significaría malentender el principio de orden, de autoridad, de dirección al que se está refiriendo la palabra de Dios; la iniciativa y el liderazgo en el matrimonio debe ser ejercidos en amor. El amor acompañado de dominio propio, va a conducirle a ejercer esa responsabilidad que tiene como cabeza de una forma amorosa.

El texto bíblico nos invita a preguntarnos ¿qué clase de amor? La respuesta que el texto nos da consiste en varios principios a modo de explicación o argumentación.

1Amor que acepta

 

La primera de ellas es la que encontramos en el versículo 25:¿cómo debemos amar los maridos a las esposas? «como Cristo amó a la iglesia»; estamos hablando de personas llenas del Espíritu Santo, que están experimentado lo que es el fruto de este en sus vidas. Parte de dicho fruto es amor, paciencia, benignidad, bondad, misericordia, esa es la clase de amor con la que el marido debe amar a la esposa. Cristo amó y ama a la iglesia a pesar de todas las deficiencias, y faltas de la iglesia. El marido por lo tanto deberá amar a la esposa a pesar de todas sus deficiencias y faltas.

 

El amor del que aquí habla es el amor de 1 Corintios 13, el amor que nunca deja de ser, es el amor que Dios ha derramado en nuestras vidas.

2Amor que se sacrifica

 

El marido ama pues a su esposa más allá de toda crítica, de toda dificultad, pero es interesante que no dice únicamente como Cristo amó a la iglesia, dice como Cristo se entregó por la iglesia, y con ello da un paso más. Los maridos deben estar, no solo dispuestos a amar sino a sacrificarse literalmente por sus esposas, no vale sólo con la disposición mental. Debe entregarse hasta el punto del sacrificio y no pensar en sí mismo en primer lugar. Como se puede comprobar con mucha claridad no se habla de la dimensión romántica del amor, aunque esta tenga su lugar en la relación matrimonial, sino de un amor completo y realista, un amor integral, un amor práctico; el esposo que ama a su esposa como Cristo amó a la iglesia se entregará por ella, se sacrificará por ella, y esto tiene múltiples aplicaciones para los maridos: una de ellas es que no podemos vivir como solteros, somos cabeza, pero tenemos cuerpo y es imposible pensar en el cuerpo sin la cabeza y en la cabeza sin cuerpo. El hombre casado no puede vivir más de manera independiente; debe tener en cuenta en todo a su esposa, en todo. No son más individuos independientes, ahora forman una unidad interdependiente y deben estar estrechamente unidos. Es una unión profundísima la que se da en el matrimonio desde la óptica bíblica.

3Amor que santifica

 

No sólo debe entregarse, el texto avanza más, y afirma para santificarla; Cristo no sólo salvó a aquellos que formamos parte de la iglesia, sino que nos santificó, y el marido santifica, busca la santificación de su cuerpo, de su esposa; ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que se preocupa por ella, por su bienestar completo, vela por ella, ve el potencial de su esposa; y al hacerlo quiere contribuir al desarrollo de su esposa. No es que la esposa no pueda o deba contribuir a su propio crecimiento y madurez, significa que su esposo se convierte en su mejor aliado en esa empresa. La quiere perfecta, escogida, única. Ese es el sentido de la expresión santificarla. No significa que espere la perfección de ella sino que está dispuesto a contribuir activamente en ese proceso de santificación, que sólo el Espíritu de Dios puede realizar en los creyentes. Como ya he mencionado santificar quiere decir separar, apartar para, y en ese sentido, el marido y la esposa se separan mutuamente. Es su pertenencia más valiosa y la trata como a tal. «para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento de agua con la palabra»; fijaos que no se trata sólo de amor sacrificado, es un amor que tiene implicaciones de pureza y de perfeccionamiento diario y constante. El lavamiento de agua con la palabra, hace alusión al bautismo y al caminar de cada día, al perfeccionamiento y pureza que debemos mantener día a día. Para que esto sea posible la palabra ocupa un lugar privilegiado en las relaciones esposo y esposa. Es la palabra la que nos limpia constantemente y es en esa dependencia de ella que vamos a crecer en santidad. Por ello el marido asume un papel destacado en la administración de la palabra en el seno de la pareja y posteriormente en el de la familia cuando está incluya a los hijos.

4Amor que glorifica

 

En cuarto lugar nos dice: «a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha». Eso apunta hacia el futuro, el esposo contempla y quiere ver a su esposa en toda la gloria, la quiere ver con un carácter completo y perfecto, sin mancha ni arruga. Podríamos decir que el texto hace referencia tanto a lo externo como a lo interno. El marido desea ver a la esposa en toda su gloria. Externamente e internamente gloriosa, y para ello está dispuesto a trabajar, a cuidar de ella y a relacionarse con ella con ese objetivo en mente.

5Amor propio sano

 

El versículo 28 dice: «así también, los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos». Desarrolla la relación orgánica entre cabeza y cuerpo. ¿Sería posible entender la vida con la cabeza independiente del cuerpo?, es imposible, el matrimonio nos sitúa delante de una unidad inseparable, un tipo de unión realmente singular. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; no hay lugar para la tiranía, ni para el abuso, ni para la independencia o dependencia mal entendidas, lo que el marido desea es una relación estrecha y armoniosa con su esposa.

 

Se trata aquí de un concepto de amor lleno de sentido común. Aquel que ama, conoce, y es consciente de su cuerpo y de si mismo estará capacitado para amar a otros. No se refiere aquí a un amor egoísta como podría interpretarse de forma ligera y superficial, sino que se trata de un amor consciente y maduro. Así debe amar el marido a su esposa.

6Amor que sustenta

 

En segundo lugar dice: «nadie aborreció jamás su propia carne, sino que la sustenta y la cuida». ¿Cómo vamos a aborrecer los maridos a nuestra carne?; eso es imposible. Esta expresión «su propia carne» nos trae ecos de la gran admiración expresada por Adán al contemplar por primera vez a Eva «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne» El marido sustenta y cuida a la que es su propia carne, «ya no serán mas dos sino uno» todo ello expresa un nivel muy elevado y consciente de amor. Se trata pues de una función de provisión completa, incluirá todas las necesidades, no sólo las materiales, también las emocionales y por descartado las mas esenciales como son las de orden espiritual.

7Amor que se pertenece

 

En tercer lugar dice: «porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos». Esta afirmación nos conduce de nuevo a Génesis 2:23. Cuando el hombre, Adán, ve por primera vez a la mujer, Eva, y dice: «esto sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos, esta sí que es igual que yo», los animales no eran iguales que él, pero «Eva sí que es igual que él. Son iguales, comparten la misma esencia, y a la vez son diferentes, en eso consiste y eso permite esta relación de pertenencia. En el matrimonio decir que hombre y mujer se pertenecen, significa que lo comparten todo, propósitos, metas, sueños, alegrías, dificultades todo aquello en que consiste la vida. Implica una unidad esencial muy bien expresada por la ilustración de la relación entre cuerpo y cabeza. La cabeza y el cuerpo pertenecen a la misma persona, si, el matrimonio da lugar a una nueva realidad, a una nueva persona, comparten la misma naturaleza y a la vez tienen funciones y papeles distintos. Este sentido de pertenencia cursa como un proceso y por lo tanto se va desarrollando, crece.

8Amor que une

 

Este principio nos lleva a Génesis 2:24. «por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne». Se trata de una nueva realidad, la que se dará entre esposo y esposa. Pablo el apóstol se refiere a ella como un misterio dice: «mas yo digo esto no sólo del matrimonio, sino de Cristo y de la iglesia». La unidad de hombre y mujer es similar a la de Cristo con la iglesia, es una unidad preciosa, única y a priori indestructible. Es más que amistad, expresa el propósito original de Dios, el propósito de la redención, que esposo y esposa se unan de tal manera, que ya no pueden contemplarse más de forma separada. Por ello se nos enseña en las epístolas, que el adulterio afecta a esa unidad. Es tan profunda dicha unión, que cuando se produce una relación sexual fuera del matrimonio, esa unidad queda rota por la infidelidad. Eso no significa que no pueda haber restauración, pero esta sólo se producirá de una forma sana si somos conscientes de la gravedad del adulterio en la relación entre esposos.

 

El matrimonio se evalúa en función de la madurez alcanzada por ambos, Un matrimonio tiene éxito, si ambos están creciendo y si cada vez se da esa unidad más profunda a la que hace referencia el apóstol Pablo aquí. Una pregunta importante es: ¿Qué esposo ama de esta manera a su esposa? En realidad debemos reconocer el nivel señalado como muy elevado, ningún esposo por si mismo da la talla, se requiere muchísimo de los maridos, significa eso que deben tirar la toalla al no amar de esta manera a sus esposas, en absoluto. Sólo Cristo ama así a la iglesia, por ello lo mejor para el marido es conocer y depender de Cristo, anhelando crecer en ese amor hacia su esposa. Depender de Cristo, descansar en los recursos de Cristo en la relación con ella. Por ello afirmamos que nadie como los creyentes pueden entender el matrimonio en profundidad, aunque tristemente no todos llegan a hacerlo.

 

Este es el papel, y es el orden que nos toca en el matrimonio a los esposos, debemos amar a nuestras esposas de esta manera, como Cristo a la iglesia y como a nuestros propios cuerpos. ¿Y qué esposa es la que no quiere que la amen así? Después de esta exposición acerca del papel y función de los esposos en el matrimonio, quisiera introducir un par de notas de realismo y que a la vez nos ayude a aplicar de forma práctica esta enseñanza tan importante.

La perfección en el matrimonio

UUna primera cuestión es la de la perfección, aunque ya me he referido a ella brevemente, quisiera recordar que vivimos en un mundo caído, y que aún habiendo experimentado la redención en Cristo, todavía el pecado en nosotros dificulta el poder vivir constantemente a esa altura. Ante esta realidad y descartado todo posible idealismo o triunfalismo hay dos posibles actitudes a tomar. Una es la del conformismo o derrotismo: vendría a decir puesto que nunca podremos alcanzar dicho nivel, nos relajamos, nos descuidamos, y vivimos con una expectativa bajísima la vida matrimonial.

 

La segunda actitud podríamos denominarla como la del crecimiento o madurez: se trata de una disposición en la que se es consciente no sólo de nuestra tendencia al pecado, sino también de todos los recursos de la gracia a nuestro alcance, ello permitirá mantener el punto de referencia en esta enseñanza, sin desalentarnos y creciendo a través de ese esfuerzo en la gracia que caracteriza todo el proceso de nuestra santificación y por medio del cual vamos creciendo a la imagen y estatura de Cristo.

El incumplimiento de nuestra función

¿Qué ocurre si uno de los esposos o ambos incumplen su función en el matrimonio? La responsabilidad o función asignada a cada una de las partes del matrimonio, debe ser asumida en todos los casos, por cada una de las partes y de ella se deberá rendir cuentas al Señor «independientemente» de cómo la asuma la otra parte.

Cada uno de los esposos debe ser responsable para cumplir con su papel o función sin buscar justificación en el incumplimiento del otro. Paradójicamente esa responsabilidad asumida personalmente es la que posibilita el reconocimiento de nuestros errores, el perdón, la renovación del compromiso y como consecuencia el crecimiento de la relación. La justificación por el incumplimiento del otro nos conduciría a posturas legalistas, e infantiles en las que estaríamos litigando constantemente, sin posibilidad de crecimiento.

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