El trabajo como lugar de misión

Joaquín Hernández

Presentado en la reunión anual del Movimiento de Lausana en España. Noviembre 2020.

Desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos a Dios en misión. Él es quien envía a Jesús a buscar al hombre, con el propósito de reconciliar y reunir todas las cosas en él y a nosotros, se nos ha encargado el ministerio de reconciliación[1]. Es decir, somos embajadores de Cristo[2] allá donde vamos. De esta misión, se derivan cuatro aspectos fundamentales que la iglesia está llamada a desarrollar:

 

1º.- A hacer todo como para el Señor[3]. No solo algunas cosas.

2º.- A discipular y a preparar a sus miembros para todo lo que hacen[4].

3º.- A implicarse e influenciar positivamente a la sociedad en la que se encuentra.[5]

Y 4ª.- A compartir el evangelio. A proclamar las buenas noticias de Jesús[6].

 

Estos cuatro aspectos, nos hacen entender que el lugar de trabajo es también un lugar de misión, que no se puede quedar fuera de ese “todo” que hacemos para el Señor.

 

El mundo laboral tiene una especial importancia para la misión por varias razones:

En nuestro contexto, en España, posiblemente el mundo laboral sea uno de los campos misioneros más desatendidos. Simplemente por no verlo como lo que es, un lugar de misión.

 

– El trabajo es donde muchos pasamos más tiempo y donde invertimos más energía.

 

– Es el ámbito donde se desarrollan ideas y se toman decisiones que acaban afectando a la sociedad. A través de nuestros trabajos podemos buscar formas de reducir el impacto del pecado en el mundo y en la vida de los que nos rodean. Podemos ser de alivio y bendición a otros: creando oportunidades, generando provisión, orden, belleza y alegría. Desarrollando estructuras que ayuden a reducir las injusticias y los abusos de poder.

 

– El trabajo es posiblemente el lugar donde más dilemas, presiones y tentaciones podemos sufrir y donde nuestra fe se verá puesta a prueba con mayor frecuencia. En este sentido, el trabajo es un lugar idóneo para crecer como discípulos, crecer en dependencia de Cristo y orar unos por otros de manera significativa.

 

Y por último, es donde más relaciones creamos con personas no cristianas. Seguramente conocemos a más personas vinculadas a nuestros trabajos, que a vecinos de nuestro edificio o calle en la que vivimos. Por tanto, las situaciones para compartir sobre nuestra fe en Jesús suelen surgir de forma natural y casi en cualquier circunstancia.

 

El lugar de trabajo da la oportunidad a que otros que nunca irán a una iglesia, vean a través de nuestras vidas en qué consiste eso de ser cristiano y qué significa seguir a Cristo, pues lo están viendo a través de nosotros cada día. Estarán viendo cómo nos relacionamos, cómo usamos nuestras palabras para cuidar, corregir, denunciar pero sin dañar innecesariamente, cómo actuamos bajo presión, cómo reaccionamos cuando las cosas se ponen feas, o qué lugar ocupan en nuestras vidas valores del reino de Dios como: la solidaridad, la excelencia, la perseverancia, la generosidad, la justicia, la paz, la esperanza, el amor, la bondad, la integridad o el perdón.

 

¿Intuís el impacto que cada trabajador de nuestras iglesias puede tener en la vida de otros a través de su trabajo diario?  Si un trabajador pasa entre 40 y 50 horas cada semana ya sea con sus compañeros, pacientes, alumnos, clientes o proveedores, esto supone más de ¡2.000 horas de “influencia cristiana” cada año!

 

Para la iglesia, supone una oportunidad enorme de multiplicar el impacto de su ministerio.

 

Dios nos puede llamar a  trabajos y a ámbitos muy distintos y desde ahí usarnos para su gloria, así que no los debemos ni subestimar, ni despreciar. Tim Keller, en su libro Toda buena obra, dice : “Me sorprende el orden consecutivo en que aparecen en la Biblia los libros de Esdras, Nehemías y Ester y ver cómo Dios usa a cada uno de ellos a través de profesiones y contextos distintos: Esdras (un sacerdote, que trabaja en el ámbito religioso), Nehemías (un planificador/desarrollador de ciudades, que trabaja en el ámbito civil) y Ester (una reina, que trabaja en el ámbito público)”.

 

A lo largo de la historia hay evidencias claras del impacto que los cristianos han tenido siempre que han decidido vivir su fe en donde quiera que estén. Tanto autores cristianos como no cristianos coinciden en que muchos de los pilares de Occidente no se entienden sin la Biblia y la forma en que esta moldeó las vidas de hombres y mujeres[7]. Por mencionar unos pocos ejemplos:

 

El desarrollo de las ciencias modernas. El saber que el mundo tiene un orden, que Dios nos puso para cuidarlo y desarrollarlo, hizo que se empezase a investigar. Se dejó de ver el mundo como un lugar caótico y bajo el dominio de dioses caprichosos. Hoy, en cambio, muchos consideran que la ciencia ha enterrado a Dios, o que es incompatible ser cristiano con ser científico, pasando por alto datos tan objetivos como que el 60% de los premios Nobeles de ciencias de todo el siglo XX son o eran científicos cristianos.

 

La influencia cristiana produjo el desarrollo de las primeras universidades e hizo que la educación se empezara a generalizar y que no quedara reservada a las élites sociales.

 

El reconocimiento de los derechos humanos surge por la influencia del principio bíblico de que todos somos igualmente dignos, al tener todos la imagen y semejanza de Dios y al ver la prioridad que Dios muestra a lo largo de toda la Biblia por los más débiles y desprotegidos: las viudas, los huérfanos y los extranjeros.

 

O el desarrollo de la medicina, la enfermería o la democracia, serían otros casos que podríamos mencionar.

 

Estos ejemplos nos muestran cómo es posible desde el lugar de trabajo, no solo cambiar la cultura y mejorar la sociedad, sino que también dan la oportunidad a los que nos rodean de ver la diferencia y el cambio profundo que Jesús ha hecho en nuestras vidas y que quiere hacer también en las suyas.

 

Mi oración es que el Señor nos ayude a desarrollar una convicción profunda de vernos y actuar como misioneros en medio de nuestro trabajos, sean los que sean.

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[1] Colosenses 1:20, Efesios 1:10-12

[2]  2ª Corintios: 5: 18-20

[3] Colosenses 3: 23 y 24

[4] Efesios 4: 11 y 12; Mateo 28: 19 y 20

[5] Mateo 5: 13-16; Jeremías 29:7

[6] Marcos 16:15

[7] Dos ejemplos son: El libro que dio forma al mundo. Cómo la Biblia creó el alma de la civilización occidental. Vishal Mangalwadi. Editorial Grupo Nelson. Civilización: Occidente y el resto. Niall Ferguson. Editorial Debate

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