Hacer la teología desde todo el pueblo de Dios (3)

R. Paul Stevens

3. “Por” todo el pueblo de Dios: Más allá de la teología académica

En julio de 1859, John Henry Newman publicó un artículo en The Rambler, titulado “On Consulting the faithful in Matters of Doctrine” [Consultando a los creyentes en asuntos de doctrina]. ¡Se consideró escandaloso![44] ¡Ojalá proliferara el escándalo! Además, William Hordern afirma: “Sencillamente, no tenemos alternativas para teología o no teología. Nuestras alternativas son, o bien, tener una teología bien pensada, una teología que haya superado la prueba del pensamiento crítico, o bien, tener una teología cuyos conceptos, prejuicios y sentimientos no examinados terminen en un cajón de sastre”.[45] Permíteme explorar esto punto a punto.

 

En primer lugar, nuestro día a día de verdad necesita de una reflexión teológica. Las preguntas existenciales a las que se enfrentan la mayoría de las personas claman a gritos por una teología práctica: ¿quién soy?, ¿dónde estoy?, ¿cuál es el propósito de mi vida?, ¿a quién pertenezco?, ¿tiene algún sentido mi trabajo diario?, ¿qué ocurrirá cuando muera?, ¿tiene futuro el planeta? La tarea teológica no solo consiste en hacer exégesis de las Escrituras, sino de la vida, y hacerlas juntas.[46]

 

Alister McGrath ofrece una crítica mordaz de la teología académica basándose en que Dios descendió a la tierra en Jesucristo:

 

La teología debe descender a la tierra, para servir a la Iglesia y su ministerio al mundo; y si no baja a la tierra, debe traerse a la tierra mediante una teología académica se margine dentro de la vida de la Iglesia de tal manera que deje de tener relevancia alguna para dicha Iglesia, con el n de una teología orientada hacia lo pastoral y que se puedan desarrollar a su paso las necesidades misionológicas de la Iglesia.[47]

 

En segundo lugar, muchos teólogos relevantes a lo largo de la historia de la Iglesia han sido teólogos no clericales y no profesionales: Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes; y, en la Iglesia Oriental, Sócrates y Sozomeno.[48] La Reforma fue básicamente un movimiento laico. Juan Calvino dijo en una de sus cartas: “Nunca he sido nada más que un laico (laicus) corriente, como suelen llamarlo”.[49] A través de un “accidente en la historia”, como podría haber sido la derrota del Imperio Romano en Occidente a manos de los bárbaros y la conservación de la cultura religiosa por parte de monjes y sacerdotes, la Iglesia Occidental reservó las pesquisas al clero. En la Iglesia Oriental, sin embargo, hubo menos monopolio clerical, de manera que, hasta los tiempos modernos, algunos laicos siguen ocupando importantes cátedras de teología, aunque lamentablemente no hay legas entre ellos.[50]

 

Comentando sobre la teologización de la comunidad en el verano indio del antiguo mundo, William Frend observa que la teología era la pasión gobernante del cristiano de provincia. En Constantinopla, capital del Imperio, se discutía sobre puntos doctrinales en los bazares, en la plaza del mercado y en los baños públicos, no entre teólogos, sino por cristianos corrientes educados. Gregorio Nacianceno declara en 379: “Si en esta ciudad le preguntas a cualquiera por el cambio, discutirá contigo si el Hijo es engendrado o no”.[51] (En el siglo XX, el laico C.S. Lewis destaca por su teologización).

 

Aquí hay un riesgo, como muestra Alister McGrath en su estudio: The Genesis of Doctrine. Aunque la vida religiosa de los monasterios dio a luz al concepto de mariología, la piedad popular dio lugar al dogma de la asunción de María.[52] La teología fue creada por cristianos sesudos y educados que no forman parte del clero ni de la academia.

 

En tercer lugar, hoy son personas corrientes las que hacen teología. Como el personaje de la obra de Molière que se sorprendió al enterarse de que hablaba en prosa todo el tiempo, al cristiano no clerical puede asombrarle descubrir que, la mayor parte del tiempo, está haciendo teología.[53] Esta teología del “pueblo” prolifera en películas y libros, así como en conversaciones privadas: la teología vernácula, la teología improvisada, la teología sacada de la manga y la teología autóctona. Por ejemplo, a mi nieta pequeña su amiga “atea” le dijo que no hay Dios ni cielo. “Bueno —le respondió ella— si no hay cielo, ¿entonces qué sentido tiene morir?”: ¡teología pura!

 

En la película, Un hombre para la eternidad, Thomas More le dice a su hija: “Cuando un hombre presta juramento, está sosteniendo su propio ser en sus propias manos; como el agua. Si abre los dedos, entonces ya no necesita volver a encontrarse de nuevo”. More reflexiona sobre la naturaleza de la persona humana, en las palabras y en los juramentos.

 

Esto es teología que se hace “de abajo arriba”. Gran parte de la teología que se está haciendo es inadecuada, ¡pero se está haciendo! La teología autóctona, la teología improvisada, aunque asiduamente reaccionaria, con frecuencia revela algunas dimensiones no exploradas de la verdad cristiana.[54]

 

En cuarto lugar, esta teología desde abajo no es sencillamente una curiosidad, sino que es fundamental para todo el esfuerzo teológico. Es extraordinario que, en su prolegómeno, Karl Barth afirme que a lo largo de los siglos lo que él denomina “dogmática irregular”, ha sido la norma: teología que se hace como un debate libre de los problemas de la proclamación. La “dogmática regular” ha sido la excepción. Incluye a Atanasio y Lutero en la primera, en contraste con Melanchthon y Calvino en la segunda. Barth aconseja en contra del menosprecio de la una por parte de la otra. De hecho, concede que la dogmática regular —en la escuela teológica y con una preocupación por la plenitud y la coherencia racional— “siempre tuvo su origen en la dogmática irregular y nunca pudo haber existido sin su estímulo y su cooperación”.[55]

 

En contraste, el proceso de ltración de la instrucción teológica en la academia y en el púlpito proporciona una verdad “predigerida” sin el privilegio del diálogo y el aprendizaje participativo. Ray Anderson toca una fibra delicada cuando señala: “Intimidados por las afirmaciones de los eruditos bíblicos y los teólogos cuya propia carrera profesional evalúan y confirman otros eruditos, la Iglesia consiente cediendo su papel a la hora de determinar su propio programa teológico”.[56]

 

En quinto lugar, se ha de recuperar una teología hecha por todo el pueblo de Dios; la tarea teológica tiene que reubicarse. La academia debe trabajar con la congregación, el hogar y la plaza de la ciudad. Por ejemplo, en el caso de la congregación, nuestra comprensión de lo que constituye la educación teológica empieza a cambiar cuando una congregación redefine su principal campo de ministerio como la vida cotidiana de sus miembros en lugar del servicio interno.[57] Por definición, la plaza del mercado es un lugar donde se intercambian cosas: productos, servicios, información. Como parte de mi propio aprendizaje, paso dos semanas al año en el mercado. Un curso requerido en el programa de Maestría en Teología del Regent College coloca a cada estudiante durante veinte horas junto a un cristiano corriente en la plaza del mercado, escuchando las preguntas, orando e intentando descubrir cómo puede equipar la Iglesia a las personas para un ministerio a tiempo completo en el mundo.[58]

 

En sexto lugar, los teólogos profesionales juegan un papel crucial en la recuperación de una teología del pueblo. Ellos también forman parte de la comunidad que aporta su investigación y su perspectiva histórica. La tentación de distorsionar todo el evangelio siempre está presente y los teólogos profesionales pueden aplicar toda la dimensión del propósito redentor de Dios sobre los nuevos movimientos. Esta teología debe hacerla todo el pueblo de Dios y no solo una parte. John Macquarrie lo denomina “coteologizar”. En un sentido, puede ser inadecuado definirlo como democratización de la teología, porque no trata de kratos (‘poder’) ni sobre derechos, ni tampoco de recti car un desequilibrio, sino más bien de recuperar la comunión de hacer teología juntos.[59] ¿Podríamos llamar a esto demoteologizar o koinoteologizar? Tenemos mucho que aprender aún sobre esta forma de evangelizar y podemos hacerlo fijándonos en los creyentes de los países en vías de desarrollo.[60]

 

En contraste con la dicotomización de la teología y la práctica en la academia teológica de nuestra época, el Nuevo Testamento presupone una comunidad en la que cada persona es teóloga de aplicación, intentando entender su vida para poder vivirla para alabanza de la gloria de Dios: teología de, para y por todo el pueblo de Dios.

 

Este volumen está en deuda con las obras mencionadas con anterioridad y las amplía, pero también se basa en la rica experiencia y, con frecuencia, en las reflexiones perceptivas de colegas de la facultad, amigos y estudiantes de Regent College.[61] Esto se manifestará en muchas referencias y notas al pie de cada página. Es un proyecto de personas. Parte de esta obra teológica ha salido literalmente a martillazos durante mis años de carpintería y negocios, y también ha sido complementada y desafiada por teologías autóctonas de iglesias del Tercer Mundo entre las cuales servimos mi esposa y yo cada año. Solo “junto con todos los santos” (Ef. 3:18) podremos saber lo amplio, largo, alto y profundo que es el amor de Cristo. Como todos veremos, el amor es la esencia del ministerio y de la misión del pueblo de Dios, nada más y nada menos. La teología es la ciencia que nos permite vivir la vida de amor de una forma bendecida para siempre.

 

En los capítulos siguientes desarrollaremos una descripción bíblica del pueblo de Dios, un pueblo sin laicado ni clero.

 

Mi oración es que estos pensamientos ayuden a los pastores a preparar a los santos (Efesios 4:11-12), a los catedráticos de universidad que necesiten un libro de texto para comprometer a cristianos corrientes con el supremo llamamiento de Cristo, y a los seguidores prudentes que quieren darle sentido a su vida a la vez que equilibran lo que parecen ser tres tareas a tiempo completo: el ministerio de la Iglesia, el trabajo diario y la familia. Se puede usar el libro como base de estudio en pequeños grupos o clases utilizando la guía que gura al final de cada capítulo. Como verás de inmediato, este libro es mi historia.

Para estudio/debate adicional

1. Identifica la teología expresada en cada uno de los apartados siguientes:

 

– una película secular

– un cántico de adoración contemporáneo (cantamos nuestra verdadera teología)

– un himno tradicional (por ejemplo, uno de Wesley) • una novela que hayas leído

– una pieza de arte contemporáneo (por ejemplo, un cuadro de van Gogh)

 

2. Anota las preguntas que traes a este estudio en los tres ámbitos analizados en este capítulo:

 

– una teología del laicado

– una teología para el laicado

– una teología por el laicado

 

3. Medita en las inquietantes palabras de Jesús al final del Sermón del Monte, donde usa el término para la sabiduría práctica, phronésis:

 

No todo el que me dice: “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?”. Entonces les diré claramente: “Jamás os conocí. ¡Alejaos de mí, hacedores de maldad!”.

Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca (Mateo 7:21-5).

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Notas:

 

44 Citado en Congar, Lay People, 285.

45 W. Hordern, A Layman’s Guide to Protestant Theology (Nueva York: Macmillan, rev. ed., 1975), XVII, citado en Lewis y McGrath, Doing Theology, 29.

46 Véase Patricia O’Connell Killen y John de Beer, The Art of Theological Re ection (Nueva York: Crossroad, 1995).

47 Alister McGrath, The Enigma of the Cross (Londres: Hodder & Stoughton, 1987), 174, citado en Lewis y McGrath, Doing Theology, 14.

48 Congar, Lay People, 308.

49 Kraemer, A Theology of the Laity, 25.

50 Congar, Lay People, 309.

51 W.H.C. Frend, The Church of the Roman Empire, en Stephen Charles Neill y Hans-Ruedi Weber, The Layman in Christian History: A Project of the Department on the Laity of the World Council of Churches, 70 (57–87).

52 McGrath, The Genesis of Doctrine, 11.

53 M. Gibbs y T.R. Morton, God’s Lively People, 41. Véase también A People’s Theology, en R. Balms, All the Business of Life (Sutherland, Australia: Albatross Books. 1987), 119-147.

54 La consideración de una respuesta incorporada, precognitiva a los desafíos se explora en varios libros seculares: A. Heller, Everyday Life (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1984); E.S. Tauber y M.R. Green, Prelogical Experience (Nueva York: Basic Books, 1959); D.A. Schon, The Re ective Practitioner: How Professionals Think in Action (Nueva York: Basic Books, 1983) y W.L. Sullivan, Work and Integrity: The Crisis and Promise of Professionalism in America (San Francisco: HarperCollins, 1995), 172–179.

55 Karl Barth, Church Dogmatics, trad. G.W. Bromiley (4 vols.; Edimburgo: T. & T. Clark, 1956–77), I.1.278.

56 R.S. Anderson, The Praxis of Pentecost: Revisioning the Church’s Life and Mission, 194.

57 J.C. Hough y B.G. Wheeler, Beyond Clericalism: The Congregation as a Focus for Theological Education (Atlanta: Scholar Press, 1988). Se dedicó un número completo de un periódico a explorar la reorientación de la educación en el seminario para laicos y a desarrollar una educación teológica laica en la iglesia. El artículo de J.P. Dever As the Church Moves into the Twenty-First Century: Some Extended Observations y Review and Expositor: A Quarterly Baptist Theological Journal 93.1 (invierno 1996), 11–25, es especialmente útil.

58 Existen otros contextos para la reflexión teológica: institutos laicos, colegios teológicos, movimientos paraeclesiales y redes de información.

59 Los argumentos de Robert Bank a favor de que los teólogos académicos se unan a personas corrientes son los siguientes: (1) los cristianos corrientes pueden identi car mejor sus preocupaciones diarias; (2) los cristianos corrientes tienen algunos elementos de una teología cotidiana; (3) una teología viable de la vida cotidiana requiere que los cristianos corrientes la pongan a prueba de forma práctica. Observa cómo los grandes teólogos del tipo de Agustín, Lutero y Calvino, y los puritanos tuvieron un papel en su teología, en parte porque se forjó a partir del sufrimiento, del servicio y de problemas que les hacían querer involucrarse. Véase Banks, All the Business of Life, 119–131.

60 W.A. Dyrness, Learning about Theology from the Third World (Grand Rapids: Zondervan, 1990); Invitation to Cross-Cultural Theology: Case Studies in Vernacular Theologies (Grand Rapids: Zondervan, 1992); Emer- ging Voices in Global Christian Theology (Grand Rapids: Zondervan, 1994). Véase también R. Paul Stevens, Marketing the Faith: A Re ection on the Importing and Exporting of Western Theological Education, (Crux 28.2, junio 1992), 6–17.

61 Me siento particularmente agradecido por las contribuciones (y, en algunos casos, la crítica de los manus- critos) de Don Anderson, Robert Banks, Klaus Bockmuehl, Stephen Daly, David Falk, Gordon Fee, Don Flow, David Gaskell, Stan Grenz, Stella Grif n, Poul Guttesen, James Houston, James Packer, Charles Ringma, Ian Stackhouse, David Taylor y Siew Li Wong.

Este artículo es el tercero de una serie de tres

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