La sabiduría en la vida familiar (I)

Pedro Sanjaime

«Con sabiduría se edificará la casa y con prudencia se reafirmará y con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y agradable».

Proverbios 24:3,4

Introducción

Proverbios es una literatura del Antiguo Testamento diferente pero complementaria a lo que se llama las leyes, o la ley, y los profetas. La literatura de la ley y los profetas habla de principios generales y doctrinales más bien teóricos e históricos, si bien tratando de plasmarlos en términos prácticos. Pero Proverbios, juntamente con los demás libros poéticos o lo que se llama también la literatura sapiencial, habla del día a día de la experiencia humana, habla de todas las relaciones prácticas que el ser humano, hombre o mujer, tiene que afrontar diariamente sea en la familia, sea en el trabajo, sea en la sociedad, sea en el mercado, sea con los amigos, sea con los enemigos, sea con quien sea. Además es una de las primeras literaturas históricas que por antonomasia trata la naturaleza humana y su intramundo desde la perspectiva física-psico-pneumática y social. El libro de Proverbios se adelanta en el tiempo a los filósofos griegos y a la moderna psicología, observando la naturaleza humana y sus comportamientos para proveer una pauta de análisis y tratamiento desde la perspectiva de Dios.

 

Proverbios es parecido al libro de Santiago en el Nuevo Testamento, de hecho alguien ha denominado el libro de Santiago como «los Proverbios del Nuevo Testamento» que hablan de aspectos prácticos y concretos como los que afrontamos diariamente. Por eso es un libro eminentemente práctico y que de alguna manera nos habla directamente a nuestra realidad cotidiana, nunca pasa de moda, y sus principios educacionales han demostrado que son eternos y supraculturales. Principios como la disciplina de los hijos, fuertemente rechazados por la psicología «pop» de los años 60 y 70 y calificados como «neurotizantes», han sido reivindicados en estas últimas décadas por la mayoría de los diferentes expertos de las ciencias del comportamiento humano. Por el contrario aquella filosofía de «no reprender o corregir al hijo para no causarle un trauma» ha producido una generación de personas caprichosas e irresponsables, incapaces de sacrificarse por los demás y con una obsesiva necesidad de autosatisfacción que nos ha arrastrado hacia el consumismo y el hedonismo como marcas de nuestra identidad y valor.

 

Proverbios también se distingue por su énfasis en la uniformidad ética en todas las áreas de la vida. Nosotros vivimos en un tiempo que se caracteriza por lo que podríamos llamar la especialización ética, hacemos una especie de compartimentos estancos con los que operamos con éticas diferentes según el caso. Una es la ética para el trabajo, otra es la ética para la iglesia o para la religión, otra es la ética para la familia, otra es la ética para las relaciones con los demás y en cada cosa y caso aplicamos una especie de ética híbrida que nos permita vivir adaptados al entorno sin excesivas tensiones. Proverbios no es así, Proverbios presenta la realidad de una sola ética que fluye en todas las áreas de la persona y la persona que mantiene en sí esta ética que proviene de Dios, la deja fluir en su familia, en su trabajo, en sus relaciones con los demás, esté donde esté y bajo las circunstancias que esté, quien domina ahí es ese principio ético inspirado por la palabra de Dios.

 

Por eso Proverbios nos plantea la realidad de que la persona que es prudente lo es en su trabajo, lo es en su familia y lo es en sus relaciones con los demás, en sus negocios y en la iglesia. Nosotros sabemos muy bien que en algunos casos muchos llegan a ser prudentes en su trabajo pero no necesariamente lo son en la familia, son justos en su trabajo, pero no necesariamente lo son en su familia. Cuando vamos a la iglesia el domingo todo el mundo parece contento, feliz y sereno, somos apacibles, amables y sonrientes con los demás, pero sabemos que la realidad en el hogar puede ser muy distante de la imagen que percibimos el domingo. Muchos padres que el domingo hablan amablemente con los demás creyentes, no son capaces de hablar amablemente durante la semana con sus hijos o con sus cónyuges. Muchos jóvenes de apariencia sensible, activos y dinámicos que en la iglesia aparecen como equilibrados, durante la semana son incapaces de respetar a sus padres o abuelos. El libro de Proverbios apela a la realidad de que la ética que proviene de Dios, los principios de la sabiduría de Dios, deben afectar y deben transformar cada una de las áreas en las cuales el ser humano tiene que relacionarse.

 

El libro de Proverbios se convierte en un elemento muy práctico, que yo creo que las familias deberíamos disfrutar y desarrollar mucho más en el seno familiar. Puede ser un elemento muy constructivo para crear diálogo dentro de la familia, para hablar, para reflexionar y plantear los temas que el libro nos propone, para sentarnos como familia donde padres, hijos, cónyuges y abuelos pueden aprender el secreto del diálogo espiritual en un entorno de confianza y respeto.

 

Yo quisiera destacar tres valores universales de Proverbios para la familia.

Respeto y dignidad

1. Temor inteligente y afectivo

El primero de ellos es que Proverbios enfatiza la necesidad de respeto en el hogar. Todos conocemos la famosa frase de Proverbios 1:7:

 

«el principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza».

 

El temor a Dios es probablemente la frase más repetida en todo el libro de Proverbios, la figura de Dios opera aquí dentro del libro a veces como Dios y a veces como Padre y estas dos figuras son intercambiables. Temer a Dios es temer a los padres, temer a los padres es temer a Dios. El temor, en este caso, no es un temor irracional o neurótico, no es un temor que proviene del miedo al castigo; es un temor inteligente y emotivo, es un temor que piensa y siente, es un temor que está basado en el conocimiento y en una relación afectiva, (inteligencia emocional). Notad como se utiliza de una forma simultánea en el capítulo 2, versículo 5, donde nos dice:

 

«…entonces entenderás el temor de Jehová y hallarás el conocimiento de Dios»,

 

Realmente esta expresión significa «y entonces conocerás a Dios», la palabra conocimiento y temor se utilizan como sinónimos. También, más adelante en Proverbios (9:10):

 

«el principio de la sabiduría es el temor de Jehová y la inteligencia es el conocimiento del santísimo»;

 

Por tanto, el temor cristiano, a diferencia del temor fóbico, está alimentado por el conocimiento, la persona que conoce a Dios es la persona que empieza a temer a Dios, o sea, a desarrollar un sentimiento inteligente de afecto, admiración y respeto hacia Dios. No es un temor de pánico, no es un temor angustioso ante el hipotético castigo, sino que es un temor emergente al descubrir la dignidad y majestad de la persona de Dios.

 

Cuando Proverbios nos dice: «el principio de la sabiduría es el temor a Dios», está implicando que la persona que no conoce a Dios, no puede temer a Dios y si esa persona (que no conoce a Dios) teme a Dios, tal temor no es bíblico, no proviene de Dios, es un temor irracional, supersticioso o neurótico, pero no es un temor benigno, Esta clara y diáfana distinción la plantea Pablo en la 2ª carta a los Corintios 7: 8-11 donde contrasta la tristeza del mundo (fóbica y enfermiza) y la tristeza de Dios (terapéutica y santificadora)

 

Por ello, descubrir la dignidad de Dios y el llegar a entender y a percibir lo que Dios es como persona, es lo que llega a transmitir un sentido de temor y de reverencia hacia El en base a su dignidad, a su majestad y a su santidad. Lo mismo debería pasar en las relaciones de pareja. El temor hacia el cónyuge no debe ser un temor a recibir castigo o a posibles consecuencias, sino el deseo de conocer a la otra persona, quién y cómo es, cuáles son sus necesidades, su carácter, sus temores, sus dones, sus posibilidades y su dignidad como persona creada a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto ese conocimiento debería llevarnos a un temor sano en el sentido de actuar respetuosamente hacia la persona. Cuando se falta al respeto en un hogar, es porque no se tiene claro la dignidad de la otra persona, cuando hay insultos o malos tratos o cuando simplemente pasamos del otro, es porque estamos funcionando en el nivel de la irracionalidad y la pulsión emocional que nos lleva a una falta de respeto hacia el otro.

 

Uno de los aspectos más importantes que Proverbios nos transmite como valor hacia la familia debería ser el de aprender a respetar a cada miembro de la familia. Cada miembro del hogar debería encontrar respeto dentro de ese marco de referencia que es la familia y eso, significa que debería de encontrarse aceptado, descubrir su propio valor y su propia identidad y descubrir el valor de los demás. El hogar debe ser la universidad donde padres, hijos, cónyuges y abuelos, reciben y aprenden respeto del uno hacia el otro. Debemos entender también que respeto no es solamente la falta o la ausencia de insultos, no hace falta insultar a alguien para faltarle al respeto, ignorar o menospreciar a alguien, desatender sus necesidades, su realidad o su dignidad es también un insulto violento. Por ejemplo, en el tema de la disciplina de padres con hijos, podríamos cometer extremos. Es un insulto que padres ejerzan una disciplina irracional hacia los hijos, castigándoles o pegándoles sin ton ni son, pero también es un insulto hacia los hijos el dejarles caprichosamente sin disciplina. Sabéis que hay hijos que crecen sufriendo más por ser ignorados en el hogar, que por ser disciplinados; hay hijos que recurren a la travesura con tal de llamar la atención y para sentir que alguien les dedica un poco de tiempo, aunque sea para castigarles.

 

Lo mismo ocurre con el constante goteo de maltrato a mujeres al que estamos asistiendo en nuestros días, hay mujeres que prefieren ser maltratadas antes que ser ignoradas. Es por ello que muchas de ellas no denuncian a sus agresores. Son personas dependientes que a los largo de su vida han desarrollado un concepto de dependencia de sus «protectores» hasta tal punto que han atrofiado su verdadera identidad y personalidad. Como resultado, prefieren vivir con su maltratador porque los malos tratos son parte de su identidad y valor personal, sin ellos, se sentirían irrelevantes o ignoradas. El problema no es solamente de mujeres aunque estas sean las que mayoritariamente lo sufren. También ocurre a la inversa cuando mujeres dominantes adoptan el mismo comportamientos hacia hombres de tendencia dependiente.

 

La falta de respeto puede ser activa o puede ser pasiva. La Biblia nos recuerda en el libro de Proverbios la necesidad del temor basado en la comprensión de la dignidad de la vida del otro y eso debe afectar también nuestras relaciones hacia los mayores, los abuelos, especialmente en una sociedad donde el que no produce es aparcado, desechado, o ignorado, es muy fácil perder el respeto hacia los mayores y hacia los pequeños, hacia los que no producen.

2. Identidad personal basada en el SER

Hoy el interés está puesto más bien en el tener que en el ser, y nos preocupamos más por tener cosas, por el estatus social, por las marcas y la apariencia estética, por tener todo lo que los hijos necesitan física, social y educativamente, que por trabajar y esforzarnos en los valores del ser, de la importancia que tiene el individuo por su propia naturaleza, por su propia dignidad, por su propia creación a imagen y semejanza de Dios y por el desarrollo de un carácter moldeado por los valores de Cristo.

 

Hace poco leía un artículo en un periódico que hablaba de la crisis de autoridad en las aulas de los colegios. Hay una verdadera problemática y todos los que os dedicáis a la docencia en uno o en otro sentido podéis identificaros con este estudio que revela la correlación entre hogar y escuela. Señala el artículo que en la escuela se vive la crisis de autoridad y la ausencia de respeto que se da en el hogar y que si el hogar, no se convierte en un centro de formación del respeto de la persona, recibiéndolo y dándolo a los demás, la consecuencia lógica es lo que estamos viendo primeramente en la escuela y posteriormente en la sociedad.

 

El hogar, según Dios, es un centro de formación tanto teórica como práctica para todos sus componentes y se caracteriza por un temor respetuoso, primeramente hacia Dios y luego hacia los miembros de la familia con los que se convive esa realidad de Dios. Este equilibrio entre «Dios y el prójimo» (la familia) es necesario para que la fe cristiana no se convierta en una beatería religiosa sino que sea una realidad que transforma los contactos y las relaciones más inmediatas de la persona que es la familia, luego se transmite hacia las demás relaciones, las instituciones, el colegio o la sociedad. No es de extrañar que en un tiempo donde se ha perdido el respeto a Dios, se esté perdiendo el respeto a los demás.

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