La tiranía de lo urgente (III)

Charles E. Hummel

Descubre en qué se va tu tiempo

Cuando enfrentas el problema del uso de tu dinero no comienzas haciendo un presupuesto ideal sobre cómo deberías gastarlo. Comienzas averiguando a donde están yendo a parar tus euros ahora. Lo mismo debe hacerse con el presupuesto del tiempo. Comienza anotando en qué estás gastando normalmente tus horas. Esto es básico, porque tu modo de gastar el tiempo es un reflejo de tu estilo de vida actual, con sus necesidades, valores y deseos. Cualquier ajuste –y algunos de los que emprendas pueden ser dolorosos- debes comenzar enfrentando esta realidad.

 

En una ocasión estaba dando una charla sobre la mayordomía del tiempo a un grupo de estudiantes de InterVarsity Christian Fellowship [homólogo estadounidense de los Grupos Bíblicos Universitarios]. En mi exposición subrayé la importancia de realizar un inventario de nuestro uso del tiempo debido a que nuestra imagen mental de en qué gastamos las horas puede ser bastante diferente del modo en que las gastamos realmente. Un mes más tarde uno de los estudiantes, Pablo, me escribió una carta. En ella honestamente admitió que cuando planteé la sugerencia le pareció bastante innecesaria para él. ¡El ya sabía en qué utilizaba su tiempo! Sin embargo, unos días después de la charla decidió intentarlo. El resultado le dejó atónito.

 

Normalmente, después del almuerzo, Pablo nadaba “unos pocos minutos” en la piscina para relajarse antes de una intensa tarde de estudios de ingeniería. Él pensaba que estaba gastando como treinta minutos cada día. Sin embargo, su inventario reveló que estaba invirtiendo en ello ¡entre nueve y diez horas semanales! Pablo no quería creerlo, pero no podía evadir los datos brutos. Por lo tanto decidió mantener un control más estricto sobre una actividad recreativa que era necesaria pero que estaba ocupando más tiempo del necesario. Al hacer esto liberó como seis horas a la semana de su cargada agenda para invertirlas en actividades más importantes.

 

Aunque pienses que no necesitas dar este paso, ¿por qué no intentarlo para una semana normal? Haz una tabla con los días de la semana en la fila superior y las horas agrupadas en segmentos de media hora en la columna izquierda de la página. (Períodos más cortos de media hora complican la tarea; períodos más largos no son suficientemente fiables.) Antes de irte a la cama, asegúrate de anotar qué hiciste en cada segmento ese día –ya fuera comer, llamar por teléfono, leer, participar en actividades de la iglesia, comprar o lo que fuere. Si la tarde estuvo salpicada de llamadas telefónicas calcula, por ejemplo, la cantidad de tiempo que te ocuparon así como el tiempo que gastaste en otras tareas. Si tienes un trabajo con un horario regular fuera de casa, es mejor marcar ese período. Luego puedes preparar otro inventario de tiempo para registrar tus horas en el trabajo y evaluarlas del mismo modo.

 

Al terminar la semana cuenta las horas que has utilizado para cada actividad y compara los totales con la lista de prioridades que elaboraste en el primer paso. Muchos de nosotros, como Pablo, el estudiante de ingeniería, descubriremos importantes desfases entre las actividades priorizadas y el tiempo que estamos invirtiendo realmente en ellas. Los seres humanos tenemos una engañosa tendencia a descuidar tareas importantes que no tenemos que hacer hoy –o incluso esta semana.

Haz un presupuesto de tu tiempo

Ahora estás en disposición de realizar algunos cambios en el uso de tu tiempo. ¡Una nota de precaución! No trates de reorganizar tu vida sobre un papel con la esperanza de ser capaz de vivir inmediatamente según el nuevo horario. Una pequeña lancha motora puede cambiar de rumbo 90º sin dificultad, pero un trasatlántico debe hacerlo lentamente, virando unos pocos grados cada vez. Si lo hace de otra manera se separarán las junturas del casco y se hundirá. Por eso comienza con el modo en que estás utilizando ahora tu tiempo y planifica sólo unos pocos cambios a medida que vayas siendo capaz de ponerlos en práctica.

 

Primero, consigue un calendario mensual con suficiente espacio para escribir los acontecimientos de cada día. Marca el tiempo dedicado a las actividades habituales tales como el trabajo o las horas de clase, los desplazamientos, las compras, etc. Vuelve a tu lista de prioridades y considera una a la que necesitas dedicar más tiempo. Entonces, decide qué actividad necesita ser acortada o incluso, si es necesario, eliminada para llenar el tiempo extra requerido para la prioridad seleccionada.

 

Más adelante, podrás seguir el mismo procedimiento con otra tarea o actividad importante a la que no estás dedicando el tiempo suficiente. Pero recuerda: no trates de hacer demasiados cambios al principio. El modo en que actualmente gastas tu tiempo refleja hábitos y satisfacciones desarrolladas a lo largo de los años, y algunos pueden ser realmente difíciles de cambiar. Nuestro Señor es un maestro sensible que nos ayuda a aprender una lección cada vez. El ánimo que producen los pequeños éxitos nos motiva a perseverar en el intento de presupuestar nuestro tiempo.

 

Por ejemplo, si no tienes un tiempo devocional de lectura y meditación de la Biblia y oración, planifica poner el despertador 15 ó 20 minutos antes de lo habitual. Si tienes dificultades para levantarte de la cama, decide acostarte antes. Puede que tengas que reducir o eliminar actividades que te hacen mantenerte despierto hasta tarde. En tal caso decide dejar de hacer una o dos de ellas tan pronto como te sea posible. Por supuesto, si no eres una persona “de mañana”, querrás planificar tu tiempo devocional en un momento diferente del día. En cualquier caso tendrás que eliminar otra actividad para incluir esta en tu horario cotidiano.

 

Finalmente, cuando prepares tu nuevo horario, no olvides dejar algún tiempo sin asignar a actividad alguna. Del mismo modo que es necesario separar un dinero para emergencias, deben reservarse algunas horas para demandas inesperadas.

Realiza un seguimiento del uso del tiempo

Incluso los planes mejor diseñados producen poco resultado si no se adopta la firme decisión de ponerlos en práctica. Al principio del día, al pensar en las horas siguientes, renueva tu compromiso con el Señor. Reserva unos momentos para anotar, en orden de prioridad, las tareas que tienes que hacer, teniendo en mente los compromisos que ya has adquirido al decidir qué es importante. Un general competente siempre traza su plan de batalla antes de enfrentarse al enemigo; no pospone las decisiones principales hasta que se abre el fuego. Sin embargo, si es necesario, también está dispuesto a cambiar sus planes frente a un cambio inesperado de acontecimientos. Así, está preparado para llevar a cabo tus planes cuando la batalla contra el tiempo comience.

 

¡Ten cuidado con la tiranía del teléfono! De vez en cuando una llamada urgente conllevará una petición para la que no has reservado tiempo. La suplicante voz te asegurará la importancia de una tarea inminente y te recordará qué bien cualificado estás para asumirla. Puede que te resulte difícil negarte, especialmente si crees que puedes hacer encajar la actividad en tu horario. Sin embargo, no importa cuán vacía parezca tu agenda, dile a la persona que quieres pensar sobre el tema. Con frecuencia suele ocurrir que el compromiso parece menos importante una vez que la suplicante voz se ha callado. Si resistes la urgencia del momento, puedes sopesar el costo y discernir si es la voluntad de Dios para ti que asumas tal tarea o no.

 

Mira otra vez el presupuesto de tu tiempo. Si aceptas esta tarea inesperada ¿qué actividad programada debe ser reducida o eliminada? Puede ser que Dios quiera que aceptes la invitación, pero no sin antes calcular el costo. Por otra parte, si no puedes encontrar espacio para la tarea en tu agenda, puedes rechazar la petición sin tener sentimientos de culpa. Después de la actividad puedes preguntar “¿Cómo fue todo?” Invariablemente oirás algo parecido a lo siguiente: “Bien ¡Conseguimos a otra persona que hizo un buen trabajo!” A lo largo de muchos años nunca he escuchado la respuesta: “Estamos realmente tristes pues como no pudiste venir tuvimos que suspender nuestros planes.” Me he llegado a dar cuenta de que soy la persona indispensable sólo hasta el momento en que digo que no.

 

No te desanimes por los fracasos en conseguir tus objetivos. Incluso los ejércitos mejor entrenados pierden una batalla cuando las cosas no transcurren según lo planeado. Cuando fracases en poner en práctica tu presupuesto del tiempo, recobra el ánimo, reúne fuerzas y continúa con tu estrategia general.

Evalúa periódicamente

Las personas que trabajan en empresas reconocen la necesidad de evaluar el presente y planificar el futuro. El ex-Presidente Greenwalt of Dupont dijo: “un minuto invertido en planificación ahorra tres o cuatro minutos en la ejecución.” Muchos negociantes han multiplicado sus beneficios en épocas de rebajas dedicando el viernes por la tarde a planificar las actividades principales de la semana siguiente. Los ejecutivos que están demasiado ocupados para pararse y planificar pueden verse reemplazados por otros que sepan discernir mejor la situación. Los cristianos que están demasiado ocupados para pararse, realizar un inventario espiritual y recibir instrucciones de Dios, llegan a ser esclavos de la tiranía de lo urgente. Pueden trabajar día y noche para lograr muchas cosas que parecen importantes para ellos y para otras personas, pero no acabarán la obra que Dios les ha encomendado.

 

Además de tu tiempo devocional diario, separa una hora a la semana para realizar un inventario espiritual. Toma nota de la evaluación que hayas realizado, registra cualquier lección que Dios te haya estado enseñando, y planifica tus actividades de la próxima semana. También trata de dedicar unas pocas horas al mes para realizar una evaluación y planificación a medio plazo. Puede que, con frecuencia, dejes de hacerlo. Pero, irónicamente, cuanto más ocupados estamos, más necesitamos estos períodos –y menos capaces parecemos de reservar tiempo para ellos. Llegamos a ser como el fanático que, inseguro de su dirección, aumenta el doble su velocidad.

 

La espera en Dios en oración es indispensable para el servicio eficaz. Como el tiempo muerto en un partido de baloncesto, nos permite recobrar el aliento y reevaluar nuestra estrategia. En oración aprendemos la verdad acerca de Dios, de nosotros mismos, y de las tareas que él quiere que emprendamos. La necesidad misma, aunque urgente, no es la llamada que debemos seguir; la llamada debe venir del Señor que conoce nuestras limitaciones. “Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es el padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos barro”.

 

(Salmo 103.13-14). No es Dios quien nos carga hasta que nos encorvamos o quebrantamos nuestra salud con una úlcera, un infarto o una apoplejía. Estas cosas suceden como resultado de seguir nuestros impulsos internos bajo la presión de demandas externas.

Continúa el esfuerzo

Hay dos modos opuestos de utilizar nuestro tiempo. Una persona vive el día respondiendo principalmente a impulsos internos y presiones externas inmediatas. Otra tiene un plan que establece prioridades, y toma decisiones con antelación en oración. La mayoría de nosotros vivimos en algún punto entre estos dos extremos. Pero no importa en qué lugar de la escala estemos, el progreso es posible.

 

A lo largo de los años he aprendido que una de las grandes luchas en la vida cristiana es el esfuerzo en dedicar el tiempo necesario para la espera diaria en Dios, el inventario semanal y la planificación mensual. Sin embargo, este es el camino para escapar de la tiranía de lo urgente. A medida que asimilamos las enseñanzas de Jesús y buscamos su sabiduría en las decisiones que tomamos, él nos libera de la tiranía de lo urgente para hacer lo que es verdaderamente importante.

 

Nada sustituye la conciencia de que este día, a esta hora, en este lugar, estamos haciendo la voluntad de nuestro Padre celestial. Sólo entonces podemos contemplar en paz tantas tareas inacabadas. Al final de nuestras vidas, hayan sido largas o cortas, ¿qué podrá darnos mayor gozo que estar seguros de que hemos acabado la obra que Dios nos encomendó? Entonces podemos anhelar ver a nuestro Señor y escucharle decir: “Bien, buen siervo y fiel” (Mateo 25.21; Reina- Valera Revisión de 1960).

Charles E. Hummel (1994) La tiranía de lo urgente. I.V.P: Downers Grove, Illinois (rev. ed.)

Traducido por Pablo Joel Santana Bonilla.

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