Más allá del personalismo II – Josué y Moisés

X. Manuel Suárez

Aalgunos dirigentes, Dios los saca de detrás de las ovejas, de las condiciones más insospechadas, y los pone a andar enseguida. A Josué, sin embargo, Dios le fue preparando cuidadosamente.

 

Voy a intentar hacer un seguimiento cronológico de su vida, investigando en ella bajo la perspectiva de nuestro tema: «Estilos de liderazgo: más allá del personalismo». Su vida se ligó mucho a la de Moisés y creo que su forma de dirigir estuvo influida por lo que había aprendido de Moisés; por eso haré muchas referencias a éste.

1. Servidor

Creo que la primera referencia a Josué la encontramos en Éxodo 24:12-13, Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios.

 

Es interesante notar que la primera vez que aparece este gran líder en la Biblia, lo hace no como dirigente, sino como servidor. En mi actividad política he conocido a muchos líderes, pero pocos tenían verdadera autoridad moral. Muchos de ellos estaban cargados de vanidad, y esa misma vanidad fue su perdición; algunos subieron fulgurantemente y cayeron con la misma rapidez; no habían aprendido antes a servir.

 

Un verdadero líder se forja antes sirviendo; va así conociendo todos los estamentos del grupo u organización, y cuando llega a dirigir lo hace con autoridad porque conoce de abajo arriba a su grupo. Para dirigir, hay que saber lo que se puede esperar o requerir de los demás y qué no es razonable pedir; para eso, tienes que haber experimentado, de alguna manera, cada servicio. Pero, además, una vez que asumiste posiciones de dirección, no debes dejar de servir. Lo peor que puedes hacer es pensar que cuando alcances tu grado de máxima responsabilidad puedes, por fin, dejar de servir. Dice Proverbios 30:21-23, Por tres cosas se alborota la tierra, Y la cuarta ella no puede sufrir: Por el siervo cuando reina; Por el necio cuando se sacia de pan; Por la mujer odiada cuando se casa; Y por la sierva cuando hereda a su señora. ¡Cuántas veces vemos a alguien reclamar un cambio en la dirección, y cuando accede a la dirección acaba siendo más mangoneador que los que le precedieron! Pero no voy a insistir en este aspecto, porque asumo que estáis todos libres de este peligro. Insisto, sí, en que una de las cosas que más autoridad otorga a un líder es su convicción de que su primera función es servir. Un líder servidor nunca caerá en el personalismo porque no dejará de estar pendiente de los demás:

 

Lucas 22:24-27, Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.

 

El Cristianismo siempre limitó el poder de los líderes. En la relación entre el líder y los demás, siempre tendió a dar la responsabilidad última a los demás. Por eso, el Cristianismo fue una amenaza a todos los autoritarismos; cuando los cristianos, en la Reforma protestante, nos atrevimos a trasladar este criterio a la sociedad, abrimos la puerta a los movimientos liberadores y al sistema democrático.

 

En una perspectiva cristiana, el líder es el que está pendiente de los demás, no el que exige que estén pendientes de él, es el que mira primero por las necesidades de los demás antes que por las suyas propias. Si saltamos por un momento a un período avanzado de la vida de Josué, comprobamos que él repartió la tierra prometida a las familias de Israel y esperó a que todo el mundo tuviese adjudicado su territorio para buscar un pedazo para él y para su familia:

 

Josué 19:49-50, Y después que acabaron de repartir la tierra en heredad por sus territorios, dieron los hijos de Israel heredad a Josué hijo de Nun en medio de ellos; según la palabra de Jehová, le dieron la ciudad que él pidió, Timnat-sera, en el monte de Efraín; y él reedificó la ciudad y habitó en ella.

2. Delega responsabilidades

Josué convivió con Moisés bastante tiempo y aprendió con él a ser dirigente, y así descubrió cómo delegar responsabilidades. Josué aprendió de Moisés a tener una visión amplia, no patrimonialista, del liderazgo: en una ocasión Moisés se sintió sobrepasado, quemado por las exigencias de su pueblo:

 

Números 11:11-15, Y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres? ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos. No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.

 

¿Has sentido alguna vez algo parecido? ¿Has sentido que todo el mundo espera mucho, demasiado de ti? ¿Has sentido que te exigen más de lo que puedes? ¿Has sentido que llevas a tus espaldas al grupo y no encuentras con quién compartir la carga? Me dicen que algunos líderes terminan al cabo de unos años tan agotados de su responsabilidad, que después no quieren comprometerse más durante mucho tiempo. No es bueno, y la única salida a esta situación es compartir la carga; si no, se genera un círculo vicioso en el que los demás no asumen más responsabilidades porque el líder ya las lleva y lo hace bien, y el dirigente no se atreve a delegarlas porque no tiene seguridad de que los demás las puedan asumir adecuadamente. Seguimos leyendo en el texto la respuesta del Señor:

 

Números 11:16-17, Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.

3. Las debilidades del líder

Josué aprendió otra importante lección en la batalla contra Amalec; lo recordaréis: Éxodo 17:8-13, Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim. Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano. E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.

 

Cuando pensamos en un líder, tendemos a pensar en alguien especial, con fuerza individual y capacidad para arrastrar por sí solo a los demás. La propia palabra «líder» es un anglicismo y proviene de leader, «el que lleva, el que conduce». Es posible que tenga que estar dispuesto a esto, pero en el episodio que acabamos de leer, un dirigente tan carismático como Moisés no se pone a dirigir la batalla contra Amalec, sino forma un equipo en el que Josué está en el campo de batalla porque le reconoce más capacitado que él para eso, sube al monte y no renuncia a la ayuda de Aarón y Hur: reconoce francamente su debilidad y se deja ayudar por ellos.

 

El líder personalista se siente en la obligación de dirigir y controlar todo, no sabe reconocer cuándo otra persona tiene más capacidad que él para desarrollar un cometido y le da miedo reconocer sus propias debilidades. ¿Te sucede algo parecido a ti? ¿Crees que si no estás tú en todo algo va a fallar? ¿Eres capaz de reconocer que otros saben hacer algunas cosas mejor que tú? ¿Te dejas ayudar? Imaginaos que Moisés se empeñase en salir al frente de los soldados israelitas; es probable que hubiese sido poco útil y hubiera caído en las primeras escaramuzas.

 

Pero, quizás, lo más difícil es reconocer ante los demás tus debilidades. ¿Piensas que si lo haces tu testimonio se deteriorará? Como dirigente, tienes una responsabilidad ejemplarizante. ¿Crees que esa función caerá por tierra si reconoces, ante ellos, tus debilidades, tus limitaciones? Crees que debes ayudar a los demás. ¿Estás dispuesto a pedirles ayuda para ti o crees que si lo haces perderás carisma, perderás imagen? Imaginaos que Moisés se hubiese empeñado en subir solo al collado, o que subiese con Aarón y Hur y empezase a levantar su mano con la vara; Amalec retrocedería y entonces Moisés pensaría: «¡Qué hermosa lección están recibiendo estos dos!». Pronto se empezarían a cansar sus brazos y Amalec empezaría a recuperarse; y pensaría: «Si decaigo, no sólo será una derrota para Israel, sino perderé autoridad e imagen ante éstos; tengo que aguantar» y acabaría aflojando los brazos y sufriendo una derrota y una profunda frustración.

 

Dios no te exige que seas un dirigente incombustible, de roca. Un líder cristiano sabe reconocer sus debilidades y no tiene miedo a pedir ayuda.

 

La Biblia es creíble, entre otras cosas porque no oculta las debilidades de los grandes líderes: desde el adulterio de David hasta la negación de Pedro. Tampoco nos oculta las debilidades de Josué: cuando Acán pecó y trajo derrota sobre Israel, Josué en su oración llegó a claudicar y caer en el mismo pensamiento cobarde de su pueblo: Josué 7:7, Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! (cfr. Nm. 14:1-3). Y la Biblia no oculta la inocencia y la autosuficiencia de Josué cuando le tomaron el pelo los gabaonitas: Josué 9:14, Y los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron a Jehová. Y Josué hizo paz con ellos.

 

¿Te portas en ocasiones con cobardía, con inmadurez, con autosuficiencia? ¿Crees que esto es indigno de un líder? ¿Te hunde verte así? ¿Te da terror pensar que tus compañeros descubran estas debilidades? ¿Crees que perderás su respeto, perderás autoridad? No tengas miedo; malo sería si te respetasen por creer que eres perfecto, porque les estarías engañando. Fíjate: hoy nosotros conocemos estas debilidades de Josué y ¿le respetamos menos por eso?, ¿dejamos de admirarle?, ¿deja de ser un modelo para nosotros? Pues lo mismo sucederá contigo cuando descubran que eres débil e imperfecto.

4. Las langostas

En el mismo episodio de Números 11, Josué recibió una importante lección para su formación como dirigente:

 

Números 11:26-29, Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento. Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento. Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos.

 

El líder personalista tiene miedo de que otros se hagan más grandes que él. Cuando estudiaba Medicina, aprendí de mi jefe una tremenda lección: uno de sus adjuntos empezó a destacar brillantemente, y alguien se lo comentó, creo que con no muy buena intención; entonces él me dijo: «Manuel, la función del que forma a otros es hacer que se lleguen a subir sobre sus hombros y lleguen a ver más lejos que tú». Nunca lo olvidaré. Tú tampoco debes olvidar esto: si quieres librarte del peligro de la amargura, si quieres hacerte realmente grande, aprende esta lección y ora y trabaja para que aquéllos a quienes estás formando algún día lleguen a ser no como tú, sino más grandes que tú, ora y trabaja para que todos alcancen el máximo desarrollo de sus capacidades, para que todos lleguen por lo menos tan lejos como tú.

 

Cuando los israelitas tomaron Jericó, todo el pueblo participó activamente, todos, no sólo el ejército, no sólo los sacerdotes; el grito individual de cada uno fue esencial para derribar la muralla, y cuando entraron en Jericó, no lo hicieron detrás de Josué, sino tirando cada uno hacia delante: Josué 6:5, Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo, cada uno derecho hacia delante. Nadie miró al lado para ver si se podía avanzar o no; cada uno asumió que era personalmente responsable de la conquista de Jericó.

 

Y no entiendas el liderazgo como un don exclusivo tuyo: para mí, el estado perfecto es aquél en el que nadie es máximo responsable porque todos son máximamente responsables: Proverbios 30:27, Las langostas, que no tienen rey, Y salen todas por cuadrillas. Éste es el estado perfecto, pero requiere que cada uno se sienta plenamente responsable y sea consciente de que cada paso que él da mal es un paso atrás para todos y que tiene que dar el máximo de sí mismo porque cada paso suyo es un avance para todos. Las langostas salen todas por cuadrillas: cada uno debe ocupar su lugar en el grupo de forma responsable, debe coordinar su andar con el de los demás, no tiene que esperar a que alguien le venga a decir lo que tiene que hacer (cfr. la salida simultánea de todos los defensas en la táctica del fuera de juego).

 

Pero esto es trabajo tuyo también: tu función como dirigente es llenar de autoafirmación a tus compañeros, hacerles ver lo que valen, subir su autoestima, descubrirles sus dones, mostrarles lo que el Señor puede hacer con ellos. No lo hagas si quieres que dependan de ti, que no puedan dar un paso sin ti, que tengas pleno poder sobre ellos, pero hazlo si quieres reducir a la nada tu poder y hacerlos mayores que tú; entonces, tendrás algo mucho mejor que poder: tendrás autoridad moral. Josué en una ocasión tuvo una forma un poco bárbara de subir la autoestima de sus hermanos israelitas, pero realmente fue eficaz: Josué 10:24-25, Y cuando los hubieron llevado a Josué, llamó Josué a todos los varones de Israel, y dijo a los principales de la gente de guerra que habían venido con él: Acercaos, y poned vuestros pies sobre los cuellos de estos reyes. Y ellos se acercaron y pusieron sus pies sobre los cuellos de ellos. Y Josué les dijo: No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis. (A roda de oración no porto de Bueu ó saírmos pra o chapapote).

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