¿Para qué el ocio? (I)

X. Manuel Suárez

El ocio: ¿Una necesidad?

La propia pregunta del título nos lleva a pensar que el ocio precisa una justificación: a nadie se le ocurre preguntarse si el trabajo es necesario, o si tiene una justificación ética, pero esto no es tan evidente en el caso del ocio.

 

Fijémonos en nuestro cuerpo. En él encontramos una constante alternancia actìvidad / reposo, que se manifiesta en los ritmos de vigilia/sueño o de secreción hormonal, o en la contracción cardíaca. Aprendemos que nuestro cuerpo precisa intercalar períodos de reposo para ser más eficaz, y que la actividad excesiva impide un buen funcìonamiento de nuestra fisiología. Por extensión, podemos decir que el tiempo de ocio debe ser la condición necesaria para sacarle el máximo rendimiento a nuestro trabajo.

 

Vamos ahora a nuestra mejor fuente de información: la Biblia.

El ocio en el principio

Podemos pensar que Gén. 2:2 es la primera mención del ocio. Entiendo que ya la encontramos en el primer acto creador, en Gén. 1:5: “Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas Noche”. Creo que el ritmo día/noche era algo preparado por Dios para echar a andar un mundo en e1 que el hombre trabajase de día y descansase por la noche.

 

Pero, en efecto, la primera apelación directa al reposo la encontramos en Gén. 2:2: “Dios… reposó el día séptimo”. Nos podemos preguntar ¿Para qué precisaba Dios descansar? ¿Es que él se cansaba? El contexto nos lo puede aclarar: al terminar el sexto día, “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera»(1).

 

Dios se paró para ver. Entiendo que la primera razón de ser del ocio es la de pararnos para ver, contemplar lo que estamos haciendo. Es peligroso dejar pasar un día tras otro trabajando frenéticamente, sin tiempo para mirar la estela que queda detrás de nosotros y preguntarnos: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿A dónde voy? ¿Qué metas estoy alcanzando? Y, cuando llega el momento del reposo, estamos tan agotados que sólo queremos estirarnos y holgar, y así nuestra vida se nos va escapando sin sentir ni ver con claridad el camino que va recorriendo. Entonces es el momento de parar y decir con David: «Hazme saber el camino por el que ande» (2). Podemos progresar tanto diseñando lo que vamos a hacer en el futuro, como parándonos a ver lo que hemos hecho.

 

«Y vio Dios todo lo que había hecho». Se paró para ver no lo último que había hecho, sino todo. El ocio nos sirve para mirar hacia nuestra vida con perspectiva, levantarnos de lo cotidiano, contemplarla desde arriba y tener de ella una perspectiva global. Es necesario estar pendiente de lo inmediato, pero si no levantamos de vez en cuando la vista, perdemos mucho fruto de nuestro trabajo. Esto es algo que nos debe distinguir a los creyentes de hoy, en una sociedad que vive al día.

 

«Y he aquí que era bueno». Parecería innecesario decir que lo que Dios había hecho era bueno, pero el texto recalca que Dios valoró su obra. El ocio nos sirve para contemplar nuestra vida, mirar su estela y valorarla. La sociedad del hedonismo y del relativismo huye de esta actitud de valoración, de enjuiciamiento, de preguntas globales, de responsabilidad, y usa el ocio para narcotizarse. A los cristianos el ocio nos sirve para:

 

a) Valorar, con la actitud del salmista: «Enséñanos de tal manera a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría»(3). Así podremos saber qué valor real tiene lo que estamos haciendo. Y descubriremos si en nuestra vida estamos construyendo oro, plata, madera u hojarasca(4), que eso es lo que importa de verdad, no lo que aprecian los demás.

 

b) Reconsiderar y modificar: también en palabras del salmista: «Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud»(5).

 

«Y he aquí que era bueno en gran manera». Creo que esta expresión muestra algo más que una valoración objetiva, sugiere disfrute personal en la contemplación. El ocio nos sirve para pararnos… A DISFRUTAR. Pero de esto hablaremos más adelante.

El ocio una señal de identidad del cristiano

«Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposé de toda la obra que había hecho en la creación»6. La santificación nos sugiere apartamiento, separación para Dios. En este sentido, una interpretación inmediata indicaría que santificar el día de reposo es dedicarlo a las actividades de la iglesia, lo que no nos dejaría mucha aplicación para el ocio. Pero leamos Deut. 5:12-­15: «Guardarás el día séptimo para santificarlo… ninguna obra harás tú… ni tu siervo… para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo».

 

Guardar el día de reposo significaba santificarse: separarse de las culturas de alrededor, que no Io guardaban, que aprovechaban todos los días para trabajar, para ganar más: su primera prioridad era prosperar a cualquier precio. El hombre sigue siendo el mismo miles de años después; nuestro reto es no dejarnos llevar por la mentalidad secular y no pagar cualquier precio por la prosperidad, no pagar el precio del ocio necesario para nosotros y para nuestra familia.

 

Además, para los pueblos de alrededor era impensable dar un día de reposo a los siervos, pues disminuirían su producción. Dejarles descansar en el séptimo día era un gesto de generosidad. Hoy, la sociedad laica no se rebela contra la ampliación del horario de apertura de los comercios en fines de semana, porque lo que más pesa es el beneficio económico, y sorprende la escasa contestación de los sindicatos. Los cristianos deberíamos rebelamos contra corriente, defender el derecho de los trabajadores a disfrutar de su ocio y, cuando menos, negamos a comprar en esos días. El derecho de todos los hombres a1 ocio es una adquisición netamente cristiana, una hermosa muestra de cómo un principio ético bíblico puede permear una cultura y producir influencia positiva en la vida social de los que no son cristianos.

 

El v.15 puede apelar a la solidaridad de los israelitas con sus siervos, pero también establece una relación directa entre el día de reposo y la liberación de la servidumbre («por lo cual…»). Y esto tiene una aplicación directa al ocio: el siervo es esclavo de su trabajo y no puede ponerle límites. Igualmente, el ansia, la carrera imparable detrás de los bienes de consumo, la búsqueda de la seguridad en el dinero, nos hacen siervos del trabajo. Por contra, el cristiano sabe ponerle límites a la relevancia del trabajo en su vida, y reconoce la importancia del ocio.

El ejemplo del maná

No respetar el día de reposo significaba transgredir un mandamiento de Dios, pero, sobre todo, revelaba una actitud ante la vida: trabajar más para tener más. La primera vez que se vuelve a mencionar el día después del Génesis es en Éxodo 16:14-36 cuando Israel inicia el camino de la Tierra Prometida, y Dios les da el maná. Pero el maná sacó a la luz la ansiedad y la codicia de los hombres: algunos dejaron guardado algo para el día siguiente -«no vaya a ser que Dios se olvide de nosotros mañana», pensarían- y se les pudrió; esta misma actitud de ansiedad por tener más se manifestó en el día de reposo: v. 27.

 

Respetar el día de reposo era, en fin, una señal de diferencia, de santidad, de identificación del pueblo de Israel con la personalidad generosa, no materialista, de Dios. Es paradójico que los no creyentes usen el ocio, una conquista del Cristianismo, para sumergirse en el consumismo: esto sucede porque no conocen el significado bíblico -liberador- del ocio. Pero sería mucho más paradójico que los creyentes asumiésemos esa actitud en nuestro uso del ocio.

Una visión abierta de la vida, del trabajo y del ocio

¿Qué nos hace recordar esta visión del ocio? «Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios,y todas estas cosas os serán añadidas»(7). ¿Reparais en el paralelismo entre este texto y el del maná, cuando «no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco»? Dios es generoso y abierto; seamos nosotros también generosos y abiertos. Cuando Jesús nos dice que «la vida es más que la comida»(8,) también nos está diciendo que hay más cosas en la vida que trabajar para sobrevivir, y que estamos «desparramando» nuestra vida si no guardamos tiempo para el ocio.

 

Dios nos llama a tener una visión abierta de la vida, no nos llama a ser estrechos. Nuestra actitud ante la vida en general, y ante el trabajo en particular, ha de ser responsable, pero relajada, sabiendo bien en dónde tenemos las prioridades. La admirable pauta ética calvinista de la búsqueda de la excelencia en nuestra forma de conducimos, incluyendo el trabajo, no tiene nada que ver con la ansiedad por ganar más ni con la búsqueda de la seguridad en los bienes materiales. Por eso, creo que el ocio nos puede ayudar a tener una visión de la vida y del trabajo más confiada en Dios y más ordenada en sus prioridades, una vida, en fin, guiada por las recomendaciones de Pablo: «…que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada» (9).

El ocio y el descanso

No podemos dejar de lado la utilidad más obvia del ocio: el descanso. Jesús tenía muchas cosas que hacer en sólo tres años, así que parecería lógico que aprovechase el tiempo a tope, perder el mínimo en comer y dormir, y trabajar intensivamente el resto del tiempo. Pero veía la necesidad de apartarse de vez en cuando: «Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aún tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto»(10). Es importante encontrar momentos de descanso en la vida, diseñar períodos concretos para descansar.

 

En el relato de la Creación es fácil ver el reposo como el final del proceso. Pero más bien podemos verlo como un punto y seguido; de hecho, cuando Dios terminó el sexto día de la Creación, no se quedó inactivo: aquello fue el principio de una historia que se siguió escribiendo hasta el Apocalipsis, y continúa escribiéndose hoy. Leamos Heb.4:3-5: «Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo». La idea que extraigo de este texto es que el «reposo» es el reposo dominical, pero también es algo más: es la llegada del pueblo de Israel a Canaán, el fin de su peregrinaje, la recepción de la promesa; pero tampoco es eso sólo (v. 8-9) es también el reposo definitivo de todo e1 pueblo de Dios. Parece uno de esos textos en los que hay una idea común que se superpone progresivamente. Sugiero que la idea común aquí es que entrar en el reposo de Dios es sentir que nuestra vida alcanzó un sentido definitivo, que ya podemos reposar porque «nuestra vida está escondida con Cristo en Dios»(11), es andar con reposo por la vida: «El temor de Jehová es para vida, y con él vivirá lleno de reposo el hombre»(12).

El cielo como imagen del ocio

Y¿qué relación tiene esto con el ocio? Propongo que disfrutemos del ocio en la misma manera en que lo hacemos con el reposo que tenemos en Dios. Cuando Israel entró en la Tierra Prometida, no se acostó a beber leche y miel: comenzó una nueva Vida, más plena, edificando ciudades, construyendo una nueva sociedad, conquistando nuevas metas.

 

¿Cómo imaginas el Cielo? Tu respuesta te dará una imagen de cómo es tu ideal de ocio. Si imaginas el cielo como un lugar de calma permanente, en el que tu función será agitar palmas suavemente, tocar la lira y quemar incienso, tu ideal de ocio posiblemente será muy estático. Sugiero otro modelo de cielo, más parecido al de Israel construyendo una nueva sociedad, en la línea de Ap.14:13: «descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen». Consecuentemente, propongo que nuestro ocio sea período de realización, de asentamiento y redescubrimiento nuestras prioridades, un nuevo disfrute de aquellas cosas que más nos gustan.

Notas:

1. Gén 1:31

2. Sal. 143:8

3. Sal. 90:12

4. 1 Co. 3:12-13

5. Sal. 143:10

6. Gén. 2:3

7. Lc. 12:29-30

8. Lc. 12:23

9. 1 Tes. 4:11-12

10. Mr. 6:31-32

11. Col. 3:3

12. Pr. 19:23

© 1997 «Manuel Suárez», Básicos Andamio
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