
Participación sociopolítica del cristiano
X. Manuel Suárez
1. Introducción
Se me hace difícil distinguir entre participación social y participación política del cristiano. A efectos prácticos, ambas van juntas y no veo forma de separarlas: cualquiera de nuestras actividades sociales tiene plenos efectos políticos, y viceversa. Así que no encuentro utilidad en distinguirlas, y hablaré desde ahora de participación política.
Este trabajo está incluido en el grupo de ética y apologética. Me parece muy correcto, porque la participación política es un compromiso ético de todo creyente. No es un compromiso opcional, posible para algunos creyentes que sienten ese llamado: forma parte del compromiso global al que nos llama Dios a todos los creyentes.
Y, siendo así, también está sometido a la completa soberanía de Dios sobre nuestra vida: no es un área neutra: todas nuestras decisiones políticas han de estar sometidas a Su soberanía, igual que el resto de nuestras decisiones en la vida familiar, profesional o eclesial. Como consecuencia, no podemos tener un criterio político semejante al resto de las personas: ha de estar madurado en una mente cristiana, en una perspectiva específicamente cristiana de los hechos sociales y políticos. Os propongo unas preguntas para reflexionar: ¿Cómo leemos e interpretamos el periódico? ¿Hacemos el mismo tipo de juicios que los demás? ¿Sacamos las mismas conclusiones?
Para tratar de terminar esta introducción, aclararé que no voy a usar mucho tiempo para convencer sobre la oportunidad y utilidad de nuestro compromiso político: asumo que, si seguís leyendo, es porque ya se está persuadido de esto y, si no es así, pero tenéis interés en él, una forma útil de descubrir su utilidad es haciéndose una propuesta de acción política a desarrollar por los cristianos en este país; a esto dedicaré la segunda parte de esta presentación.
2. Cómo entiendo la política
Pero ahora voy a dedicar unos minutos a exponer cómo se define nuestro compromiso político. Partamos del término Política. No me interesa ahora una definición académica -algunos de vosotros estaríais más autorizados para hacerla-, sino una que me sirva para acotar el campo de trabajo para nuestras reflexiones. Así, me animo a definirla como “una de las principales formas de organizar la sociedad”. ¿Hay otras maneras de organizar una sociedad? Sin duda: asociaciones culturales, de vecinos, etc. Pero ¿acaso estas agrupaciones no tienen relevancia política e implicaciones políticas? Todas las formas de organizar la sociedad tienen implicaciones políticas. Por tanto, me animo a decir que “la Política es la principal forma de organizar la sociedad”. Quizás un antropólogo proteste, y con razón, pero a mí me sirve para delimitar nuestro campo de trabajo en este artículo.
Si aceptamos este concepto, está claro que a los creyentes nos interesa la sociedad en medio de la que Dios nos ha puesto, así como la forma como que se organiza: por tanto, nos tiene que interesar la política, incluso a aquellos creyentes que piensan que lo único que importa es la salvación de almas individuales: es muy diferente predicar en una sociedad que ha sido permeada por el conocimiento -aunque sea superficial- de la Biblia, que hacerlo en otra que no lo haya sido. Partiendo de este concepto de política, entenderemos que la política es un factor crucial, determinante, en la conducción de la historia de cada pueblo; incluso individualmente, cada uno de nosotros está marcado por los acontecimientos políticos de la historia reciente de su país.
Mi personal forma de ver la política se apoya en unos conceptos, los más importantes de los cuales me parecen los siguientes:
1. Dios es soberano en la historia de cada pueblo: “Jehová reina”, en palabras del salmista. Por tanto, Dios es soberano en su vida política.
Al mismo tiempo, cada pueblo define por decisión propia su historia y la reconduce, en la misma forma que lo hicieron el faraón y Egipto, Moisés e Israel. Hay una interrelación entre la soberanía de Dios, las decisiones de ese pueblo, la respuesta de Dios a esas decisiones y la influencia de individuos específicos (no sólo sus líderes) y de los demás pueblos. En esa compleja interrelación, se define la historia y la vida política de cada país.
2. En esa compleja interrelación, entramos nosotros, los creyentes. Dios conduce la historia de cada pueblo. Nosotros, tú y yo, influimos definitivamente en la forma en que Dios dirige la historia del pueblo en medio del que tú y yo vivimos. Si tuviésemos tiempo, iríamos al episodio en que Abraham “regatea” con Dios a favor de Sodoma y Gomorra. Mi principal valoración de ese episodio es que, si en Sodoma hubiera habido diez justos, Dios habría mirado a ese reducido grupo, y por ellos habría reconducido la historia de esas ciudades y les habría dado una nueva oportunidad, igual que a Nínive en tiempos de Jonás. Dejémonos, pues, de deseos apocalípticos para nuestra sociedad corrompida y oremos e intervengamos ante Dios para que Él le dé una nueva oportunidad. Esto es, asumamos nuestro compromiso político.
3. Dios dirige la historia de cada pueblo, de toda la Humanidad, hacia su final. Este concepto ilumina y da sentido a nuestro trabajo político: lo que hacemos tiene un fin, un objetivo final. Tenemos el gozo, la seguridad de saber que ese trabajo no queda perdido en la historia: va por un camino que tiene un final, y nosotros conocemos ese final. ¿Cuál es el final de la historia?
2 Pedro 3:10: “…los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. Si es así, no merece la pena asumir nuestro compromiso político: ¿para qué trabajar por una sociedad que está fatalmente abocada a su destrucción? Pero, ciertamente, Pedro no sitúa aquí el final de la historia, sino que lo hace en el v. 13, introduciéndolo con un “pero” lleno de significado:
2 Pedro 3:13: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”(y Apocalipsis 21:4 liga los acontecimientos actuales con el futuro glorioso introduciendo la palabra “primeras”, sugiriendo que después vendrá lo mejor, pero en conexión con lo actual: “…ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron”). Si es así, asumiremos nuestro compromiso político con gozo: la Humanidad tiene un final glorioso en el que los creyentes participaremos de forma definitiva, la Humanidad se verá redimida en el remanente de creyentes; tu sociedad, tu pueblo en medio del que vives, redimirá su historia en ti. Así que ¿cómo no vamos a sentirnos involucrados en el camino que toma nuestra sociedad?, ¿cómo no interesarnos por la forma en que se organiza?, ¿cómo no asumir nuestro compromiso político?
3. Propuesta de acción política
¿Cómo llevar a la práctica nuestro compromiso político en este país?, ¿de qué herramientas disponemos? Podríamos empezar por pensar en lo contrario, como el rey de Lucas14:31: ¿qué limitaciones tenemos? Citemos algunas, distinguiendo entre las que nos vienen de fuera y las que proceden de dentro:
a) Exógenas:
1. Limitación cuantitativa: Somos un número reducido los creyentes aquí. Pero los que entendéis más de historia y de política sabéis que los grandes cambios sociales no los iniciaron casi nunca las masas mayoritarias, sino pequeños grupos cargados de convicción, y de eso podríamos citar muchos ejemplos: el número de personas realmente comprometidas con la lucha contra la dictadura franquista era muy reducido, pero al final su eficacia política fue muy grande. La presencia numérica de protestantes es escasa en Francia, pero su influencia social y política es importante -empezando por su políticos actuales, así como, también otros en las últimas décadas.
2. Difícil acceso a los medios de comunicación: Esta es una seria limitación. La mejor manera de acceder a ellos es aprovecharse con sabiduría de una de sus debilidades: son como los atenienses de la época de Pablo, que «en ninguna cosa se interesan, sino en decir o en oír algo nuevo». Así, nuestra mejor herramienta para conseguir presencia en los medios de comunicación es la originalidad.
3. Imagen pública poco favorable: La Iglesia Católica es responsable de nuestra “demonización pública”, pero también lo es el resto de la sociedad, que la ha asumido. Tenemos por delante un trabajo de recuperación de nuestra imagen, y para esto nos puede ayudar la reivindicación de nuestra particular historia, tanto la reciente -de humilde, pero digna, resistencia a la dictadura-, como la anterior: somos, como protestantes, responsables de la lucha por las libertades, empezando por la de conciencia, y es hora de que reivindiquemos el valor de nuestra trascendente aportación a la formación de la sociedad democrática occidental.
4. El choque de nuestro mensaje con el pensamiento mayoritario de nuestra sociedad. Esta es la limitación que menos me preocupa, pero con ello no estoy sugiriendo que no nos interesemos por hacer comprensibles y pertinentes nuestras propuestas.
b) Endógenas
1. Nuestra pobre imagen de nosotros mismos: Nos echa algo para atrás el sentirnos minoritarios; esto provoca falta de seguridad y de capacidad de asumir actitudes atrevidas. Ya explicamos más arriba que no somos importantes por cuántos somos, sino por quiénes somos: no somos importantes por lo bien que nos ven los demás, ni siquiera por cómo nos vemos a nosotros mismos, sino por cómo nos ve Dios (1 Corintios 4:1-4).
2. Nuestra vocación de marginalidad: La mayoría del trabajo social que realizamos está dirigido a grupos marginales, quizás porque la mayoría de los creyentes cree que esta es el área de trabajo que tiene más justificación ética. Creo que es un error. Personalmente, llevo siete años trabajando en un grupo evangélico que visita la cárcel, pero mi actividad política como creyente será pobre si se limita a esto. Si nuestra acción política se restringe a los grupos marginales, nuestra influencia política será igualmente marginal.
Los protestantes en este país tenemos por delante el reto de iniciar una acción política sólida, porque:
• estamos comprometidos con la historia del país en medio del cual vivimos;
• influimos determinantemente en la forma en que Dios conduce la historia de este país;
• tenemos una visión optimista del final de la historia;
• nuestro valor está en quiénes somos y cuál es nuestro mensaje, no en cuántos somos;
• tenemos detrás de nosotros una Historia digna y una responsabilidad crucial en la construcción del sistema democrático;
ahora bien, si queremos ser eficaces y alcanzar a un amplio sector de la sociedad, nuestro mensaje político y la forma en que lo transmitimos debe ser original.
4. Control democrático
(Nota del editor: Este texto fue expuesto como parte del programa formativo de Universidad 98 organizado por GBU en El Escorial, Madrid; el proyecto fue posteriormente presentado por el autor a la Alianza Evangélica Española, que lo ha desarrollado desde 2006 con el nombre “Observatorio Cívico Independiente” (OCI); desde entonces, el OCI ha presentado públicamente tres informes sobre Libertad Religiosa, Sanidad, y Tráfico y Trata de Personas; estos informes han tenido eco en los medios de comunicación y han sido consultados por diversos partidos políticos.)
Para participar en política, no es imprescindible hacerlo a través de un partido político -en mi personal definición de política, está implícita esta idea-, ni asumiendo tareas de dirección política, pues lo que nos interesa es influir por las vías que sea. Pero no vamos a ser tan ingenuos que despreciemos la acción a través de un partido, o renunciemos a las oportunidades de acceder a funciones de dirección; a este respecto, me remito a un número de la revista Andamio de principios de los 80. Así, voy a presentar una forma de acción política que no requiere estas vías. Para mí, esta es la parte más importante de esta exposición, y mi oración es que, a partir de esta propuesta, iniciemos entre todos una forma original y eficaz de acción política.
¿Qué podemos ofrecer los protestantes a la política de este país? ¿Qué podemos ofrecer que sea original, útil y pertinente, y que estemos autorizados para presentarlo? Mi respuesta se enmarca en una línea de trabajo: ayudar a corregir el déficit democrático de este país, o, dicho en positivo, fomentar la profundización del sistema democrático en este país.
Y propongo un método para desarrollarla: estimular el control democrático de los poderes públicos. Primero explicaré por qué, y después cómo.
4.1. ¿POR QUÉ?
Creo que una causa determinante del mencionado déficit democrático se halla en la ausencia de una influencia protestante significativa en este país: el sistema democrático se desarrolló bajo el influjo del protestantismo, y donde este faltó, hubo problemas para aplicarlo. Nuestros hermanos, desde la “Bill of Rights” hasta el “Pacto de Mayflower” o la Constitución americana o el movimiento metodista, fueron siempre muy conscientes de que todos los hombres nacen iguales ante Dios, pero también de que todos llegamos a estar íntegramente corrompidos, y que, por tanto, cualquier poder humano debe ser controlado. Nuestra mejor aportación al espíritu democrático no fue ya la proclamación de la igual dignidad de todos los hombres, sino nuestro énfasis en la necesidad de que las autoridades tienen que rendir cuentas ante el pueblo y ser controladas por él, porque no hay nadie definitivamente soberano, sino sólo Dios -mucho debemos al calvinismo y al puritanismo. Esto es difícil de entender para una sociedad católica, acostumbrada a poderes absolutos e incuestionables. La política en este país está impregnada de intolerancia y de concepto patrimonialista del poder, apoyándose en una ética social que desconoce al protestantismo.
La mentira, por otra parte, es un pecado venial para el católico, pero es inaceptable en una sociedad de cultura protestante. Parecería una cuestión ética que no tiene por qué suponer déficit democrático, pero fijémonos en el papel que tiene la mentira en la evasión fiscal, en el uso fraudulento de fondos públicos -cierto número de subvenciones de la Unión Europea han tenido que ser devueltas, por este motivo, por españoles acostumbrados a una forma de hacer que en Europa no se permite-, en la cuota lechera o del aceite -en su día, España llegó a exportar más aceite del que realmente producía.
Podría citar más ejemplos de cómo el protestantismo puede ayudar a profundizar en la democracia, pero volveré al principio: una de nuestras aportaciones más originales puede ser estimular el control de los poderes públicos. Tenemos que utilizar medios necesariamente modestos, tanto de personal como materiales. Mi propuesta creo que se adapta a esto: es sencilla, pero puede ser eficaz.
4.2. ¿CÓMO?
La ciudadanía está acostumbrada a que los partidos políticos presenten programas de gobierno que luego no sólo no cumplen, sino que los incumplen descaradamente. El problema no es ya que los partidos actúen así; el mayor problema es que la sociedad lo está aceptando como inevitable (Manuel Fraga llegó a decir que “todos sabemos que los programas se hacen sabiendo que no se van a cumplir”, grave barbaridad, pero más grave fue que el pueblo gallego lo escuchase sin inmutarse): se favorece así el concepto patrimonialista del poder, pero también el alejamiento de la sociedad de sus órganos de gobierno, la falta de responsabilidad de gobernantes y también de gobernados, la caída de las cotas de libertad, la ausencia de debate político (¿para qué debatir lo que no se va a cumplir?), el caudillismo, el nepotismo, la deshumanización de la vida pública.
Pues bien, nuestra aportación será sencilla:
1. Recogeremos y estudiaremos los programas de gobierno de cada partido gobernante.
2. A partir de sus primeros cien días de gobierno, analizaremos periódicamente sus realizaciones.
3. Compararemos sus programas con sus realizaciones.
4. Haremos públicas nuestras conclusiones.
Reflexionemos un poco sobre cada paso:
1. ¿De dónde sacaremos la información?
No es difícil conseguir el programa oficial de cada partido. Es más difícil entenderlo y creo que lo es por varios motivos: estos programas suelen ser fruto del acuerdo entre las diversas corrientes del partido; ese acuerdo no siempre es posible, por lo que se resuelve con una redacción imprecisa que satisface a todos, pero resulta poco clara y polivalente; además, suelen ser redactados por los ideólogos, una raza que tiene el gusto de explicarse crípticamente, de forma ininteligible para los demás.
Los GBU son un entorno ideal para examinar los programas políticos: tenemos una formación diversa y podemos complementar unos las visiones de otros, y obtener así un juicio crítico muy válido.
2. ¿Cómo conoceremos las verdaderas realizaciones del grupo gobernante?
No es fácil: si asistimos a un debate del estado de la nación, observaremos que los distintos grupos parlamentarios utilizan las estadísticas, por ejemplo, dando cifras reales, pero con presentaciones parciales e interesadas. Nos puede ayudar en nuestra labor comparar la política con la publicidad: ¿quieres conocer las virtudes de un producto?, escucha su publicidad; ¿quieres conocer sus defectos?, escucha a la competencia. Análogamente, ¿queremos tener información de los incumplimientos del PP?, escuchemos al PSOE -pero tampoco nos fiemos del todo; ¿queremos conocer las manipulaciones del alcalde del Bloque?, pidamos información a la oposición.
Así que nuestros informantes serán militantes o dirigentes de los diversos partidos. Y estoy persuadido de que muchos colaborarán con gusto.
3. ¿Con qué criterio efectuaremos la comparación entre programas y realizaciones?
Sin duda, con un criterio de independencia. Otra vez, tendremos que echar mano de nuestra diversidad de formación y capacidades, para formarnos un juicio realista y objetivo. Llegados a este estadío, deberemos alejarnos un poco de la visión que nos habrán dado nuestros informantes y observar los datos con cierta perspectiva. Esto, sin duda, requiere esfuerzo; pero lo que pudiera parecer una dificultad, en las manos del Señor se convertirá en un ejercicio de discernimiento y formación de criterio propio, que nos enriquecerá.
4. ¿Cómo hacer públicas nuestras conclusiones?
Nuestra mejor ayuda es la originalidad del proyecto. Si lo ejecutamos bien, si demostramos rigor e independencia, tendremos eco en los medios de comunicación. Pero tampoco nos hemos de obsesionar exclusivamente con los medios de comunicación: no hay que despreciarlos, pero debemos pensar también en otras formas de extensión de nuestras conclusiones: mesas redondas, debates organizados por nosotros, publicaciones, etc.
Aplicaremos también todo lo dicho a los grupos de oposición, evaluando sus programas y comparándolos con sus iniciativas parlamentarias y posicionamientos políticos concretos.
Nos queda ponerle un nombre al proyecto. ¿Cómo lo llamamos? Propongo llamarle “Control Democrático”. Puede sonar orwelliano, pero es breve y refleja nuestro objetivo de fomentar el control de los poderes públicos por parte de los gobernados, la profundización y enriquecimiento de nuestro sistema democrático.
Quiero descubriros otras utilidades del proyecto: “Control Democrático” se puede utilizar de una forma más amplia. Os invito a que probemos desarrollarlo en diversos ámbitos de trabajo, no sólo en los gobiernos del Estado o de las Autonomías: también en los ayuntamientos, en los órganos de gobierno de las universidades, en las organizaciones sindicales (en cuya vida interna se hace patente con frecuencia el déficit democrático), en las cajas de ahorros y en otras organizaciones que se propongan. Espero que en el futuro nos abramos a nuevos objetivos y medios. Mi consejo ahora es que nos centremos en utilizar el proyecto en los ámbitos de trabajo que podemos realmente alcanzar en este momento.
© 2010 Manuel Suárez © 2010 Básicos Andamio
© 2014 porfineslunes.org. Usado con permiso
Permiso: Permitimos y animamos a reproducir y distribuir este material ya sea de forma completa o parcial tanto como se desee, siempre y cuando no sea cobrando o solicitando donativo alguno por ello, más que el coste de reproducción. Para uso en internet, por favor, usar únicamente a través del link de esta página. Cualquier excepción a lo anterior debe ser consultada y aprobada por porfineslunes.org. Contacto: info@porfineslunes.org
Por favor, incluir el siguiente enunciado en cualquier copia a distribuir: © 2014 porfineslunes.org. Una iniciativa de los Grupos Bíblicos de Graduados de España (GBG). Grupos Bíblicos Unidos (GBU). Website: gbu-es.org
Imagen de Florian Pircher en Pixabay