La prioridad de Dios (II)

Esteban Rodemann

(extraído del Básico Andamio «Prioridades»)

2. Noción de prioridad

El diccionario define «prioridad» como «una cosa anterior a otra, o que la precede». En este sentido descriptivo, Dios es prioridad por antonomasia. Es la Prioridad. Él es el Ser absoluto, la primera causa, el origen de toda la realidad. El antecede todo lo que existe, y como Creador Supremo, Eterno, Sabio y Omnipotente – como le conocemos a través de su Palabra – ha dado lugar a todo el universo.

 

El concepto de prioridad también se reviste de un sentido prescriptivo. Así se refiere a algo que debe ser anterior a otro, que debe preceder en la escala de valores. No describe la realidad como es, sino apunta a algo volitivo, a una realidad que el hombre debe escoger y construir.

 

En la epístola a los Colosenses observamos estos dos aspectos de prioridad:

 

Él [Jesucristo] es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas… Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo… Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia… (Colosenses 1:15-18)

 

Por un lado, Jesucristo es prioridad, como creador eterno y sustentador de todo. Por otro lado, Jesucristo será exaltado en un día futuro, cuando Dios haya concluido su plan para las edades y, por tanto, Cristo debe ser la prioridad en la vida del creyente: «para que en todo tenga la preeminencia».

 

Aefectos prácticos, entonces – el aspecto prescriptivo – se puede decir que «prioridad» se trata del convencimiento de que ciertas cosas tienen mayor importancia, o bien porque las consecuencias son más serias si uno patina, o las recompensas mayores si acierta. Una prioridad es como una ventana a través de la cual contemplamos la realidad: nos ayuda a ver qué personas y qué actividades tienen derecho a reclamar nuestra atención. También es como el tamiz que separa el grano de la cáscara, o la tela metálica que repele las moscas y deja pasar la brisa: la prioridad nos orienta, nos ayuda a distinguir entre las ocupaciones que hemos de atender y aquellas otras que debemos aparcar. En fin, una prioridad sirve de marco para el cuadro de la vida: fija los límites y sienta los criterios, para luego escoger el camino para seguir en momentos concretos.

 

La prioridad de Jacob, de conseguir la bendición del Mesías a toda costa, le incita a engañar a Isaac para arrancarle la bendición (Génesis 27), así como la prioridad de Esaú, de sacar el mayor partido posible de este mundo, le había llevado a escoger el plato de lentejas antes que la primogenitura (Génesis 25:29-34). La prioridad de Salomón, de gobernar al pueblo bien a pesar de su juventud, le mueve a pedir sólo sabiduría a Dios (1 Reyes 3:5-9). La prioridad de Daniel, de adorar a Dios tres veces al día, le conduce a no someterse al edicto del rey Darío. La prioridad de Nehemías, de terminar la construcción del muro de Jerusalén, le impulsa a no reunirse con Sanbalat y Gesem (Nehemías 6:3). La prioridad de los que vuelven del cautiverio con Esdras y Zorobabel es rematar cada uno su chalecito; por eso no se preocupan por la reconstrucción del templo (Hageo 1:4). La prioridad de Herodes, de mantener su prestigio ante los invitados, le obliga a decapitar a Juan el Bautista (Mateo 14:9-10). En cada caso, la prioridad es anterior a la decisión y la informa.

 

En la vida de Jesucristo, observamos muchos ejemplos de prioridades. Son convicciones anteriores a las decisiones concretas, que luego orientan en el momento de la elección. Un botón de muestra:

 

• La prioridad de mantener íntima comunión con el Padre y hacer su voluntad en todo: «No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre» (Juan 5:30). Por eso, Jesús muchas veces toma la decisión de apartarse de los discípulos para orar a solas (Lucas 5:16).

 

• La prioridad de llevar el evangelio a los inconversos: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). Por esta razón Jesús no se queda mucho tiempo en un sitio, sino recorre todas las aldeas (Lucas 4:42-44). Antes de la cruz, la prioridad consiste en ir a los perdidos de Israel, no a los gentiles (Mateo 10:6). Después de la cruz, Cristo manda a los discípulos a llevar el evangelio a todas las etnias del mundo (Mateo 28:18-20).

 

• La prioridad de mostrar amor verdadero hacia los que sufren, en vez de plantear la justicia como un mero cumplimiento escrupuloso de mandamientos y prohibiciones: «Misericordia quiero, y no sacrificio» (Mateo 9:13). Por ello Jesús se junta con pecadores que quieren escuchar la Palabra de Dios, y accede rápidamente a las peticiones de ayuda.

 

• La prioridad de preparar a los discípulos, ayudándoles a crecer en fe y en experiencia en el servicio: «He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste…» (Juan 17:6). Por eso Jesús los envía en misiones evangelísticas (Mateo 10:5-8), les dice que den de comer a la multitud en el desierto (Mateo 14:16), y tarda en atender a Lázaro (Juan 11:6).

 

• La prioridad de seguir avanzando hacia la cruz: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.» (Mateo 20:28). Por esta razón, Jesús se niega a abandonar el camino hacia Jerusalén (Lucas 13:31-33).

 

La noción de prioridad nos ayuda a escoger cosas que tal vez no nos gusten por ellas mismas (levantarse para ir al trabajo, fregar los platos, cambiar un pañal, estudiar… o, para Jesús, seguir el camino a la cruz) porque entendemos que son importantes. El proceso de madurar, de pasar de niño a adulto, consiste en aprender a elegir las cosas que importan, precisamente por eso, porque importan, antes que otras cosas que a lo mejor apetecen más. Vivir no es cuestión de sentirse a gusto, sino de optar por lo que es correcto. lo que pase – y cuáles deben considerarse variables, según el contexto inmediato?

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© 2006 «Esteban Rodemann», Básicos Andamio
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