
La sucesión
X. Manuel Suárez
Josué no supo (o Dios no quiso preparar) su sucesión; quizá no aprendió en esto de Moisés: Deuteronomio 3:23-28, 23 Y oré a Jehová en aquel tiempo, diciendo: 24 Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? 25 Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. 26 Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto. 27 Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán. 28 Y manda a Josué, y anímalo, y fortalécelo; porque él ha de pasar delante de este pueblo, y él les hará heredar la tierra que verás.
«Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza». Moisés se había formado para ser un gran líder durante 40 años, y cuando creía que Dios iba a dar libertad a Israel por su mano (como dice He. 11), se tuvo que escapar al desierto; allí estuvo 40 años que le parecerían perdidos, y a los 80 años Dios le llamó para dirigir el éxodo de Israel; a esa edad Moisés ya estaba escéptico y pensaba que su vida no tenía mucha utilidad; ¿por qué el Señor le llamaba ahora y no cuando tenía 40 años? Asumió el plan de Dios, superó todo tipo de dificultades arrastrando a su pueblo durante 40 años y ahora por fin podía ver el final de su empresa. ¿Habría alguien que mereciese más que Moisés entrar en Canaán? Ahora, después de tanto esfuerzo, de tanta sequedad, por fin comenzaba a poder disfrutar del objetivo final, comenzaba a vislumbrar la grandeza de la empresa en la que Dios le había incorporado.
Y ahora Dios le dice: verás la tierra prometida, pero no dirigirás la entrada de Israel en ella. ¿Cuál sería tu reacción?
En estos años estás trabajando duramente para levantar tu grupo, para darle consistencia, potenciando a tus compañeros, estimulándoles, sufriendo decepciones, gastando tiempo y energía. Un día se terminará esta etapa y tendrás que pasarle el testigo a otros. ¿Cómo lo harás? ¿Con hastío, con frustración, con decepción por no ver todos los éxitos patentes que mereces ver y ser reconocido por ellos?
¿Cuál será tu actitud ante el jovenzuelo inexperto que te sustituya? ¿Le dejarás estrellarse para que aprenda o le darás todo tu apoyo? ¿Cómo le presentarás ante los demás? ¿Qué autoridad le darás ante todos los demás?
¿Tendrás ciertos celos de él?
Deuteronomio 31:1-8, 1 Fue Moisés y habló estas palabras a todo Israel, 2 y les dijo: Este día soy de edad de ciento veinte años; no puedo más salir ni entrar; además de esto Jehová me ha dicho: No pasarás este Jordán. 3 Jehová tu Dios, él pasa delante de ti; él destruirá a estas naciones delante de ti, y las heredarás; Josué será el que pasará delante de ti, como Jehová ha dicho. (…) 7 Y llamó Moisés a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar. 8 Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides.
Dos frases me impresionan:
En presencia de todo Israel. Josué iba a realizar lo que él más había deseado en su vida, pero Moisés no sintió amargura alguna contra él. Lo reconoció como dirigente e hizo que todo Israel lo reconociese como tal.
No te intimides. Percibió que Josué se podría sentir comparado con él, abrumado por una empresa que Moisés ya sabía manejar bien, pero para Josué era nueva; no se quedó regodeándose comparando sus capacidades con las de Josué, haciendo ver la notable diferencia de talla personal: lo dignificó, le apoyó, levantó su autoestima, le dijo ante todos los demás: «No te intimides».
Cuando tengas que pasar el testigo, recuerda la grandeza con la que Moisés se lo pasó a Josué, y haz lo mismo.
Discurso de despedida de Josué
Josué 24:1-28, 1 Reunió Josué a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales; y se presentaron delante de Dios. 2 Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños. 3 Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia, y le di Isaac. 4 A Isaac di Jacob y Esaú. Y a Esaú di el monte de Seir, para que lo poseyese; pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. 5 Y yo envié a Moisés y a Aarón, y herí a Egipto, conforme a lo que hice en medio de él, y después os saqué. 6 Saqué a vuestros padres de Egipto; y cuando llegaron al mar, los egipcios siguieron a vuestros padres hasta el Mar Rojo con carros y caballería. 7 Y cuando ellos clamaron a Jehová, él puso oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo venir sobre ellos el mar, el cual los cubrió; y vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvisteis muchos días en el desierto. 8 Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, los cuales pelearon contra vosotros; mas yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante de vosotros. 9 Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, y peleó contra Israel; y envió a llamar a Balaam hijo de Beor, para que os maldijese. 10 Mas yo no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente, y os libré de sus manos. 11 Pasasteis el Jordán, y vinisteis a Jericó, y los moradores de Jericó pelearon contra vosotros: los amorreos, ferezeos, cananeos, heteos, gergeseos, heveos y jebuseos, y yo los entregué en vuestras manos. 12 Y envié delante de vosotros tábanos, los cuales los arrojaron de delante de vosotros, esto es, a los dos reyes de los amorreos; no con tu espada, ni con tu arco. 13 Y os di la tierra por la cual nada trabajasteis, y las ciudades que no edificasteis, en las cuales moráis; y de las viñas y olivares que no plantasteis, coméis.
14 Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. 15 Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.
16 Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; 17 porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. 18 Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios.
19 Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. 20 Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien. 21 El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que a Jehová serviremos. 22 Y Josué respondió al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle. Y ellos respondieron: Testigos somos. 23 Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel. 24 Y el pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos. 25 Entonces Josué hizo pacto con el pueblo el mismo día, y les dio estatutos y leyes en Siquem. 26 Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran piedra, la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová. 27 Y dijo Josué a todo el pueblo: He aquí esta piedra nos servirá de testigo, porque ella ha oído todas las palabras que Jehová nos ha hablado; será, pues, testigo contra vosotros, para que no mintáis contra vuestro Dios. 28 Y envió Josué al pueblo, cada uno a su posesión.
Asegúrate de que tu grupo decida en libertad y con responsabilidad
Josué sabe que se va a morir y quiere dejar su último mensaje, su última indicación de líder a su pueblo Israel. ¿Qué harías tú en su lugar?
Sin duda, dirías: «Servid a Jehová, porque ése es el único camino seguro por el que podéis andar; no tenéis otra alternativa». Josué no hizo esto.
Primero hizo una descripción objetiva de toda la historia de Israel hasta ese momento. ¡Qué importante es pararse cada cierto tiempo a mirar atrás y ver lo que Dios ha hecho por nosotros desde el pasado! ¡Qué importante es darse cuenta de que no surgimos de la nada, sino que somos continuadores de lo que otros empezaron y otros continuarán nuestro trabajo! Y yendo a algo muy habitual hoy en día, por ejemplo: ¿para qué escribís las actas de vuestras reuniones? ¿por si hay alguna reclamación? No lo creo. Vuestras actas os sirven para recordar lo que vosotros y quienes os precedieron acordasteis en el pasado, os sirven para saber cuáles fueron los criterios y las estrategias que elaborasteis con todo trabajo. Leer vuestras actas os ahorrará trabajo y facilitará las decisiones que ahora tendréis que tomar. ¿Cuándo fue la última vez que las leísteis, no por imperativo legal sino para aprender, para tener una visión más profunda de vuestra actividad?
Josué les recordó la historia de Israel y después les vino a decir: «Partiendo de este conocimiento, aquí tenéis varias alternativas: seguir a Jehová o seguir a los dioses de los pueblos de alrededor; si decidís seguir a Dios, servidle con integridad y en verdad (v. 14) –no formalmente, no por cumplir, sino con convicción, con sinceridad, de verdad–; y si le servís, quitad de en medio los dioses que se os han colado, heredados de vuestros padres: servir a Dios excluye servir a cualquier otro dios».
El v. 15 nos muestra cómo Josué no les dio las cosas hechas, no pidió que siguiesen sus indicaciones sin un completo convencimiento; no les manipuló, se arriesgó a que tomasen el camino equivocado. Respetó su libertad, su criterio, pidió que se manifestasen en libertad y que lo hiciesen con convicción; se aseguró de que conocían bien las implicaciones de decidirse por Jehová. Josué renunció a conducirlos de la mano; exigió que tomasen su decisión con total responsabilidad: no se apropió la responsabilidad de ellos.
A veces, decirle a tu grupo lo que tiene que hacer, porque sabes que es lo mejor, puede ser lo más fácil, pero es más correcto asegurarte de que toman su decisión con plena responsabilidad.
Israel respondió que seguiría a Jehová. Y una vez que lo hizo, Josué volvió a la carga (vv. 19-20); parecería que no quería que se decidiesen por Jehová; no, lo que quería era que tuviesen la consciencia plena de que su decisión tenía unas consecuencias profundas, y que las asumían. Y, al mismo tiempo, no fue neutral: pidió que se decantasen por Dios (v. 14).
Creo que el discurso final de Josué nos enseña mucho sobre cómo debemos llevar el liderazgo.
No es superflua la anotación final (v. 28): Y envió Josué al pueblo, cada uno a su posesión. No les ató, les envió para que cada uno desarrollase sus capacidades plenamente, libremente; me recuerda el episodio del endemoniado gadareno, cuando, después de curado, el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo: Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo (Lc. 8:38-39).
El líder debe potenciar individuos libres, que no precisen la tutela permanente, que tomen su compromiso por Cristo en libertad y con plena responsabilidad. Como líder, debes asegurarte de que tus compañeros conocen las consecuencias de sus decisiones y que saben el precio que tienen que pagar.
Pero yo y mi casa serviremos a Jehová
Para mí, ésta es la frase más emocionante del libro de Josué; una frase que se encuentra en muchos hogares cristianos desde hace siglos. En nuestra casa tenemos una hoja de una Biblia de Ginebra de los s. XVI- XVII, la versión inglesa que se tuvo que traducir en el extranjero como la nuestra de Reina-Valera y fue llevada a América por los «padres peregrinos» puritanos; esa hoja contiene este texto de Josué, y junto a él tiene una anotación al margen, que dice: «Esto nos enseña que, si todo el mundo se quiere apartar de Dios, con todo y eso cada uno de nosotros personalmente está vinculado inseparablemente a Él». Un líder cristiano tiene claro lo que cree, y no le mueve comprobar si son muchos o pocos los que caminan con él.
No nos debe importar que todo el mundo ignore a Dios, no nos importa que los demás nos crean «iluminados», no nos importa que los demás corran por el camino ancho. Aunque todo el mundo relativice todo, aunque en la propia iglesia se empiece a cuestionar el valor absoluto de la Palabra de Dios, aunque todo se trastoque, «aunque la tierra sea conmovida», en esta casa serviremos a Jehová.
Todos, debemos confesar con Josué este compromiso. Cuando Josué lo proclamó, allí estábamos nosotros, porque tú y yo, nosotros, somos de los genuinos descendientes de la casa de Josué.
Que Dios nos bendiga.
© 2007 Publicaciones Andamio © 2007 Manuel Suárez
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