Más allá del personalismo I

X. Manuel Suárez

Hace poco, un chico de 19 años nos dijo a Eva y a mí: «Estoy descubriendo la función que quiero cumplir en la vida: quiero que el Señor me use desde la sombra, sin que se vea mucho, para cambiar y mejorar a los demás». Me quedé mirándole, porque casi nunca oyes a alguien hablar así y le dije: «Tienes todas las cualidades para ser un dirigente; yo desde hoy reconozco tu autoridad; serás un líder en las manos de Dios». Un reconocimiento así, por mi parte, sólo lo he hecho con otras dos personas. No es que no respete a los que dirigen, pero a pocas personas les reconozco la autoridad que le reconocí a este chico. Mi modelo de líder es aquél que no está dispuesto a matarse por serlo, mejor aún, el que no querría serlo pero asume la responsabilidad de serlo.

 

Oliver Cromwell, un gran protestante puritano (calvinista) dirigió el levantamiento popular contra el rey tirano Carlos de Inglaterra, que quería limitar los poderes del Parlamento. Derrotaron al monarca, le juzgaron y le condenaron, pero ningún parlamentario quería firmar la condena contra el rey, porque no se atrevían a dar un paso tan radical para aquellos tiempos; el propio Cromwell signó la condena que nadie quería firmar y conminó a los parlamentarios a que le echasen arrestos para firmar tras él. Mientras gobernó, Inglaterra despegó espectacularmente en muy pocos años, y cuando iba a morir querían nombrar sucesor a su hijo, pero él se negó rotundamente. Un día, alguien le oyó decir: «Yo, lo que quiero en realidad es irme a mi casa y trabajar en el campo». Éste es mi ideal de líder, el que no pelea por serlo, el que se siente libre del deseo de liderar, el que no tiene necesidad imperiosa de sentir el reconocimiento de los demás, el que no rehuye asumir su responsabilidad llegado el momento, pero con la consciencia de que su función de líder durará el tiempo que Dios y los demás se lo requieran, el que sabe perfectamente que no tiene categoría superior a los demás, ni quiere tenerla, pero no tiene miedo a dirigir. Un dirigente así estará libre de la tentación del personalismo. El mejor ejemplo que conozco es Débora.

1. Débora

Débora era profetisa en Israel:

 

Jueces 4:1-10, Después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Y Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Hazor; y el capitán de su ejército se llamaba Sísara, el cual habitaba en Haroset-goim. Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, porque aquél tenía novecientos carros herrados, y había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años.

 

Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio. Y ella envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos? Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré. Ella dijo: Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara. Y levantándose Débora, fue con Barac a Cedes. Y juntó Barac a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su mando; y Débora subió con él.

 

Débora era una persona nada adecuada para ser líder en Israel en aquel momento. Era una mujer e Israel estaba sometido a opresión militar por otro pueblo. En aquel momento se precisaba un hombre fuerte con capacidad de arrastre y preparación militar. Pero Débora era una mujer. El relato bíblico nos quita toda duda de que Dios viera normal que fuese una mujer la que liderase a Israel hacia su liberación, pero, ¿lo veían normal los israelitas? ¿Qué plus de excelencia tuvo que mostrar Débora para hacerse respetar en medio de los israelitas?

 

¿Cómo veis vosotros hoy que sea una mujer la que lidere vuestro grupo o vuestro comité? Quizás lo veis normal, pero ¿acaso no tiene que dar un plus de excelencia para ganarse la consideración de líder? Y al decir esto, de ninguna manera apoyo el cupo de cargos para mujeres.

 

En este momento de la historia de Israel, bajo la bota militar extranjera, ¿escogerías a una mujer para dirigir el levantamiento armado? Tú y yo no escogeríamos a Débora para liderar a Israel en este momento. Tampoco sé cómo se sentiría Débora cuando acabó viéndose juzgando a Israel, pero está claro, como veremos, que ella no buscó destacar por encima de los demás. Dios escoge a las personas más sorprendentes para ejercer el liderazgo, muchas veces a personas a las que nadie escogería para ser su líder. A una persona aislada, metida en el desierto la mitad de su vida, perdida detrás de las ovejas, tartamuda, alejada de su pueblo durante 40 años, ¿la escogerías tú para liderar la liberación de su pueblo? No, ¿verdad? Pues habrías desechado a Moisés para conducir el éxodo de Israel. A un jovenzuelo inexperto, pero muy osado, cuya experiencia de mando se limitaba a dirigir un rebaño, ¿lo escogerías tú para ser rey? Pues habrías de-sechado a David, el más grande rey de Israel. Y a un tipo alto, fornido, que sobrepasaba a todos los demás en talla y en señorío, hijo de un hombre también valeroso, ¿lo habrías escogido para rey? ¿A éste sí? Pues habrías nombrado a Saúl. Es notable, en este sentido, el relato de la unción de David por Samuel: Dios le manda a la casa de Isaí para encontrar al sustituto de Saúl:

 

1 Samuel 16:5b-11, Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.

 

Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Jehová. Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová. E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos. Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí.

 

Débora tampoco parecía la persona más adecuada para liderar a Israel en un tiempo de opresión militar, y menos aún para ponerse al frente de su ejército en una batalla desigual. Pero las más grandes gestas de la historia de la Biblia las lideraron personas a las que nadie, ni ellos mismos, habrían escogido para ser líderes.

 

¿No te sientes adecuado para ser líder? Pues échate a temblar, porque es probable que ya estés en el buen camino, cumpliendo la primera condición para serlo.

2. No querías ser líder, ¿y ahora qué?

ero ¡ojo! No estoy haciendo un llamado a la incompetencia. Moisés, Débora, David, cuando se vieron en el cargo que no habían buscado, que les llegó sobrevenido, se esforzaron por prepararse y actuar con excelencia. Moisés echó mano de su experiencia previa, de su formación «en toda la sabiduría de los egipcios», y echó mano, sin duda, de su experiencia en el desierto con los madianitas para conducir a Israel en el éxodo.

 

Débora también echó mano de su experiencia previa como jueza, de su conocimiento de las personas, para saber cómo convencer y mover a Barac y hacerle reunir un ejército a pesar de su cobardía.

 

David echó mano de su experiencia vigilando a las ovejas para enfrentarse a Goliat:

 

1 Samuel 17:34-36, David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

 

Y, sobre todo, echó mano de su experiencia de dependencia de Dios: v. 37: Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo.

 

En nuestra vida suceden un montón de cosas que no sabemos qué utilidad o sentido pueden tener, pero el tiempo nos acaba mostrando cómo Dios acaba utilizándolas para capacitarnos para sus proyectos.

3. Ten un concepto adecuado de ti mismo

Dios escoge a las personas más sorprendentes para ejercer el liderazgo, muchas veces a personas a las que nadie escogería para ser su líder. ¿Por qué? Creo que lo hace intencionadamente, porque un líder como debe ser es aquél que no pierde nunca de vista quién es, que no se cree más de lo que es, y este tipo de personas que Dios escoge, aparentemente inadecuadas, son las que más fácilmente cumplen con esta condición: no tienen de sí mismas más alto concepto que el que deben tener.

 

Romanos 12:3-8, Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud. Si quieres presidir con solicitud, con diligencia, con cuidado, no puedes tener más alto concepto de ti que el que debes tener. Tienes que recordar que eres sólo una parte del cuerpo. En tu grupo debes recordar que tú, siendo líder, eres sólo una parte del cuerpo.

 

La misma responsabilidad de dirigir, debería hacernos olvidar que somos el centro, para centrarnos en los demás, con solicitud, para asegurarnos de que no perdemos las aportaciones del más pequeño de la reunión. En política aprendí un truco que a veces funciona: cuando tenía a un tío pelma, de los que se escuchan sólo a sí mismos, que cuando toman la palabra no la sueltan, lo ponía a presidir la reunión, y entonces no le quedaba más remedio que estar pendiente de dar la palabra a los demás y ordenar el debate: sin quererlo, aprendía a centrarse en los demás aunque sólo fuese para quedar de buen moderador.

 

Moisés, en el episodio de la roca en Meriba, tuvo un concepto desmedido de sí mismo, y no pudo terminar dirigiendo la entrada de Israel en Canaán. David, cuando decidió hacer un censo para ufanarse de cuántos súbditos tenía, perdió el concepto adecuado de sí mismo, olvidó que Jehová le había sacado del redil, «de detrás de las ovejas» (2 S. 7:8), y pagó duramente su vanidad.

 

Si eres líder en tu grupo, examínate día a día, recuerda de dónde te sacó el Señor, recuerda quién eres de verdad, reconoce tus limitaciones, tu incapacidad, reconoce tu pequeñez para que puedas seguir siendo grande en las manos del Señor, porque el día que te creas algo más de lo que eres, el Señor te pondrá en tu sitio.

 

Débora no tuvo un concepto desmedido de sí misma, no se esforzó lo más mínimo por aparecer de jefa; y lo tenía bien fácil: sabía que Dios les iba a dar la victoria al pie del monte Tabor, y sólo tenía que ponerse al frente, en coherencia con su propia capacidad de iniciativa bien demostrada. Pero Débora no tenía el más mínimo apego a su cargo de líder, y llegado el momento se lo pasó a Barac. Y aún cuando Barac se murió de miedo y demostró una total incapacidad para asumir el liderazgo (Jue. 4:8, «si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré»), no le mandó a tomar viento, que parece que era lo que procedía, subió con él. Y cuando escribió su canto de victoria, no dudó en compartir el triunfo con Barac: Jueces 5:1, «Aquel día cantó Débora con Barac hijo de Abinoam».

 

Si tienes responsabilidad de liderazgo, ¿hasta dónde llega tu apego a él? Una buena prueba consiste en preguntarte: ¿Hasta dónde estás dispuesto a compartir el reconocimiento con otros?

 

Resumen

 

Débora ejerció un gran liderazgo porque:

 

a) No parecía la persona más adecuada para asumirlo.

 

b) No tenía más alto concepto de sí misma que el que debía tener.

 

c) Estaba libre de todo apego a su posición.

 

Jueces 5:1-2, Aquel día cantó Débora con Barac hijo de Abinoam, diciendo: Por haberse puesto al frente los caudillos en Israel, Por haberse ofrecido voluntariamente el pueblo, Load a Jehová.

 

Por encima de todo, sabía bien que todo liderazgo es relativo y temporal, y el único liderazgo absoluto y definitivo es el de Jehová. Si conoces bien a Dios, te conoces bien a ti, y te alejas del liderazgo personalista que tanto daño puede hacer a los demás y a ti mismo.

4. El reconocimiento de tu labor

Si Débora no hubiese sido israelita, si su historia no formase parte de la Biblia, es muy probable que no hubiese quedado rastro alguno de su memoria: los cronistas habrían borrado su nombre, el nombre de una mujer, de este episodio y, sin duda, toda la gloria habría sido para Barac. El canto de Débora con Barac sería sólo el canto de Barac, y se censurarían todos los párrafos que muestran la cobardía de Barac y la valentía de Débora. El relato histórico que acabamos de leer es un milagro, un milagro de transmisión de la Historia, que preserva la verdad por encima de lo que sería «razonable» transmitir. Aun si Dios decidiese no incluir la historia de Débora en la Biblia, con todo la intervención de Débora estaría grabada en la Historia que Dios escribe, y en esa Historia, en esa memoria es en la que merece la pena estar.

 

En tu grupo, en tu iglesia, puede suceder que estés trabajando duro y esperarás que los demás lo reconozcan y lo valoren. Si quieres vacunarte contra la frustración, no dependas emocionalmente de que los demás valoren tu trabajo cabalmente, confía en que tu trabajo queda grabado en la memoria de Dios, en que Él controla sus resultados y Él te colocará en el sitio que te corresponde ahora y te colocará luego en la Historia que Él escribe.

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